El Verdadero Musulmán Realiza Continuamente Los Deberes Y Las Buenas Acciones Requeridas Por El Islam
El musulmán sincero realiza todas las acciones obligatorias y se adhiere a todos los pilares del Islam con devoción. No es perezoso e indiferente, ni tampoco busca excusas para no cumplir con sus obligaciones. Cumple con las oraciones, realizando diariamente cada una de las cinco dentro del horario correspondiente, debido a que la oración es el pilar de la fe, y quienquiera que cumpla con la oración establece la fe, y quienquiera que descuida la oración destruye la fe.[1]
El rezo es el mejor de los actos, como lo clarifica el siguiente Ĥadîz narrado por Ibn Mas‘ûd (R) :
Le pregunté al Mensajero de Allah (B y P): ¿Cuál es la acción más amada por Allah? Me respondió: "Realizar cada oración en su momento prescripto". Le pregunté: ¿Y después cuál? Respondió: "Tratar a los padres con honor y respeto". Le pregunté: ¿Y luego cuál? Respondió: "El Yihâd por la causa de Allah".[2]
La oración es muy importante porque es un eslabón directo entre el siervo y su Señor. Gracias a ella el musulmán logra desconectarse de los asuntos cotidianos y concentrarse íntegramente en su Señor, pidiéndole ayuda, guía y perseverancia para continuar transitando a lo largo del Camino Recto. Por eso no nos sorprende que se considere a la oración como el mejor de los actos, pues es la fuente con la cual el creyente llena su Taqua y el manantial con el que se purifica de sus pecados.
Abû Hurairah (R) dijo:
Escuché al Mensajero de Allah (B y P) decir: "¿Qué diríais si hubiese un río que corre por la puerta de vuestras casas, y lo utilizaseis para bañaros en él cinco veces todos los días, acaso os quedaría algún rastro de suciedad?" Las personas contestaron: No nos quedaría ningún rastro de suciedad. Él dijo: "De la misma forma borra Allah los pecados con las cinco oraciones diarias".[3]
Yâbir (R) dijo:
El Mensajero de Allah (B y P) dijo: "Las cinco oraciones diarias son como un río profundo que fluye por la puerta de vuestros hogares en el que os bañáis cinco veces cada día".[4]
Ibn Mas‘ûd (R) dijo:
Un hombre que besó a una mujer se presentó ante el Profeta (B y P) y le contó lo que había hecho. Entonces Allah reveló: {Y observa [¡Oh, Muhammad!] las oraciones prescritas durante del día y durante la noche, pues las buenas obras borran las malas...} [11:114] Y el hombre dijo: ¿Esto es para mí? El Profeta (B y P) dijo: "Es para toda mi Ummah".[5]
Abû Hurairah (R) dijo:
El Mensajero de Allah (B y P) dijo: "Las cinco oraciones diarias y la de los viernes son una expiación para los pecados realizados durante el tiempo transcurrido entre una y otra, mientras ningún pecado mayor (Kabîrah) sea cometido".[6]
‘Uzmân Ibn ‘Affân (R) dijo:
Escuché al Mensajero de Allah (B y P) decir: "Si cuando llega el momento de la oración obligatoria el musulmán hace bien la ablución, reza con recogimiento, y respeta todos sus movimientos, ella expiará sus pecados pasados, siempre que no sean pecados mayores. Y esto vale para todos los tiempos".[7]
Los Aĥâdîz y relatos que exaltan las virtudes de la oración y describen su importancia y sus beneficios son muchos. No es posible citar todos en este libro.
El musulmán devoto intenta rezar junto a la primer Yamâ‘ah en la mezquita siempre que pueda. El Profeta (B y P) nos dijo: "La oración realizada en congregación (Yamâ‘ah) supera veintisiete veces a la oración realizada individualmente".[8]
El Profeta (B y P) dijo: "Si el musulmán realiza el Udû' adecuadamente y luego sale con la única intención de ir a orar en la mezquita, entonces por cada paso que dé su rango en el Paraíso será elevado en un grado, y se le perdonará uno de sus pecados.[9] Y cuando termine de rezar, mientras permanezca en su lugar de oración y no pierda su Udû', los Ángeles continuarán su súplica por él diciendo: ¡Oh, Allah! Bendícelo ¡Oh, Allah! Ten misericordia de él. Y esperar por la oración se considera como estar rezando".[10]
El Profeta (B y P) habló de la promesa del Paraíso para aquel que anhela orar en la mezquita en congregación por la mañana y por la noche:
"Allah preparará un lugar en el Paraíso para quien va a la mezquita por la mañana o por la noche".[11]
Por consiguiente, los Saĥâbah (R) siempre estaban deseosos de asistir a las oraciones en congregación. Refiriéndose a esto, ‘Abdullah Ibn Mas‘ûd (R) dijo:
Quienquiera que aspire a encontrarse con Allah como un musulmán, que se acostumbre a asistir a las oraciones siempre que la llamada a la oración se realice. Allah ha mostrado a vuestro Profeta (B y P) cómo encaminarse, y estas oraciones (en la mezquita) es una manera de ello. Si rezáis en vuestros hogares como aquel hombre que se quedó en su casa, entonces habréis abandonado la Sunnah de vuestro Profeta. Y si abandonáis la Sunnah de vuestro Profeta, entonces os desviaréis. Y por cierto que hubo un tiempo en el que la única persona que se quedaba en su casa en el momento de la oración era aquella conocida por su hipocresía. En esa etapa, había hombres que concurrían apoyándose[12] en otros dos, hasta llegar a formar parte de la fila de los orantes.[13]
El Profeta (B y P) estaba tan interesado en que las personas asistan a las oraciones colectivas en la mezquita que quiso incendiar las casas de aquellos que no concurrían a rezar en congregación sin motivo:
"¡Por Aquel en Cuyas manos está mi alma! Ciertamente quise ordenar que se juntase leña y me sea alcanzada para, luego de ordenar que se realice la llamada a la oración y asignar a un hombre para que la dirija y quemar los hogares de aquellos que se ausentan de la oración en congregación".[14]
Por eso no debe sorprendernos que Sa‘îd Ibn Al Musaiib durante treinta años nunca vio la espalda de otro hombre en la mezquita, porque siempre estaba en la primera fila antes del Adhân (llamado a la oración). Podemos encontrar muchos ejemplos similares en la historia del Islam.
La distancia no era ningún impedimento para los Saĥâbah que asistían a la mezquita siempre que oían el llamado a la oración, no importa cuán lejos sus casas quedaban. La oración colectiva era tan estimada para ellos que incluso se regocijaban por la distancia entre sus casas y la mezquita, porque sabían que cada paso que daban para acudir era registrado entre las buenas acciones que luego les serían recompensadas.
Ubaii Ibn Ka‘b (R) dijo:
Había un hombre de los Ansâr cuya casa era la más distanciada de la mezquita según mi conocimiento, pero nunca perdió una oración. Alguien le preguntó: ¿Por qué no compras un asno para montar cuando esté oscuro o muy caluroso? Y éste respondió: No me gustaría que mi casa esté cerca de la mezquita, porque yo quiero que mi ida hacia la mezquita y el regreso a mi hogar sean registrados como buenas acciones. El Mensajero de Allah (B y P) dijo: "Allah te ha recompensado por todo eso".[15]
El Profeta (B y P) les aconsejó a aquellos Saĥâhah cuyas casas estaban lejos de las mezquitas no mudarse a casas más cercanas. Los tranquilizó cuando les informó que sus esfuerzos por llegar a la mezquita se registrarían entre sus buenas acciones, y que sus numerosos pasos no iban a ser en vano.
Yâbir (R) dijo:
Algunas áreas alrededor de la mezquita quedaron libres, entonces Banû Salimah quiso instalarse allí. Cuando el Profeta (B y P) oyó hablar de eso, les dijo: "He oído que queréis mudaros cerca de la mezquita" Ellos dijeron: Si ¡Oh, Mensajero de Allah! Eso es lo que nosotros queremos hacer. Él dijo: "¡Oh, Banû Salimah! Permaneced donde estáis, pues vuestros esfuerzos por llegar a la mezquita se registran entre vuestras buenas acciones" Ellos dijeron: Entonces no queremos mudarnos.[16]
Abû Mûsa (R) dijo:
El Mensajero de Allah (B y P) dijo: "Aquel que recibe la mayor recompensa por rezar es el que viene del lugar más lejano; y quien espera para rezar con el Imâm recibirá una recompensa mayor que el que reza y luego se va a dormir".[17]
Los creyentes son exhortados en muchos Aĥâdîz a rezar en comunidad la oración del Fayr y la del ‘Ishâ'. El Mensajero de Allah (B y P) explicó que hay una gran recompensa para los que recen estas dos oraciones en la mezquita. Aquí solamente expondremos dos relatos:
(1) ‘Uzmân Ibn ‘Affân (R) dijo: Escuché al Profeta (B y P) decir: "Quien reza la oración del ‘Ishâ' en congregación es como si rezara durante la mitad de la noche, y quien reza la oración del Fayr en congregación es como si se pasara la noche entera rezando".[18]
(2) Abû Hurairah (R) dijo: El Mensajero Allah (B y P) dijo: "No hay oración más pesada para los Munâfiqîn (los hipócritas) que la del Fayr y la del ‘Ishâ'. Si supieran cuánto (de bendiciones y recompensa) hay en ellas, asistirían aunque tuviesen que venir gateando".[19]
El musulmán devoto que anhela tener éxito en la otra vida no duda en realizar tantas acciones Nauâfil (actos de adoración voluntarios) como puede, de noche y de día, porque ello lo acerca más a su Señor, y lo hace merecedor de contarse entre aquellos que reciben Su ayuda divina, como dice el siguiente Ĥadîz Qudsi:
"Si Mi siervo se acerca a Mí con los actos voluntarios Yo lo amo. Y cuando Yo amo a Mi siervo soy su oído con el que escucha, su vista con la que ve, su mano con que la que ase, y su pie con el que camina. Si me pide algo se lo concedo, y si busca refugio en Mí lo protejo".[20]
Y cuando Allah ama a Su siervo, éste es amado por los habitantes del cielo y de la Tierra también, como se describe en un informe narrado por Abû Hurairah (R) en el cual el Profeta (B y P) dijo:
"Cuando Allah ama a uno de Sus siervos, llama a Yibrîl y le dice: Yo amo a fulano, así que ámalo. Entonces Yibrîl también lo empieza a amar. Luego Yibrîl le dice a los habitantes del cielo: Allah ama a fulano, así que amadlo también. Y los habitantes del cielo lo empiezan a amar, y es aceptado por los habitantes de la Tierra. Pero si Allah odia a uno de Sus siervos, llama a Yibrîl y le dice: Yo odio a fulano, así que ódialo. Entonces Yibrîl también lo empieza a odiar. Luego Yibrîl le dice a los habitantes del cielo: Allah odia a fulano, así que odiadlo también. Y los habitantes del cielo lo empiezan a odiar, y es detestado por los habitantes de la Tierra".[21]
El Profeta (B y P) solía rezar durante gran parte de la noche a tal punto que sus pies se hinchaban. Entonces ‘Â'ishah (R) le preguntó: ¿Por qué lo haces? ¡Oh, Mensajero de Allah! ¿Acaso Allah no ha perdonado todos tus pecados, pasados y futuros? Él dijo: "¡Cómo no voy a ser un siervo agradecido!".[22]
El verdadero musulmán trata de realizar todas sus oraciones correctamente, pues sabe que no se trata sólo de hacer ciertos movimientos con el corazón vacío y la mente distraída.
Cuando finaliza su oración no se apresura para volver al bullicio de la vida cotidiana, sino que pide perdón a Allah, Le alaba y glorifica según lo establecido en la Sunnah. Luego se vuelve a Allah el Omnipotente suplicándole humildemente, pidiéndole la guía y el bienestar en esta vida y en la otra. De esta manera, la oración cumple su función de purificar el corazón y el alma. Por estas razones, el Profeta (B y P) decía: "La fuente de mi satisfacción más profunda es la oración".[23]
Aquellos que oran sincera y humildemente están bajo el cuidado y la protección de Allah, y por ello no temen cuando las adversidades se les aproximan, ni son injustos cuando algo bueno les ocurre:
{Ciertamente el hombre fue creado impaciente, se desespera cuando sufre un mal y se torna mezquino cuando la fortuna le favorece, salvo los orantes} [70: 19-22]
El verdadero musulmán también cumple con el Zakâh si llega al mínimo imponible. Él calcula la suma adecuada con precisión y honestidad, y lo paga según lo establecido por el Islam. Y aun cuando tuviese que pagar miles o millones nunca pensaría en una excusa para no cumplir con su obligación.
Esto es porque el Zakâh, si bien es una obligación monetaria claramente definida, también es un acto de adoración. El musulmán sincero no descuida este deber prescripto por la Sharî‘ah. Quien duda en pagarlo está faltando a su religión y tiene una actitud miserable y sórdida. Es suficiente recordar que está permitido combatir a quienes se niegan a pagarlo, incluso al punto de matarlos, a no ser que cumplan con su obligación. Las palabras de Abû Bakr (R) refiriéndose a los apóstatas[24] nos han llegado a través de los siglos, recordándonos la conexión que existe en el Islam entre lo religioso y lo mundano: ‘Combatiré a aquellos que separen el Salâh del Zakâh’. Esta declaración de Abû Bakr indica que él tenía un entendimiento legítimo de la naturaleza de esta religión y de la gran conexión entre el Salâh y el Zakâh, debido a que vio que en el Corán muchos versículos enfatizaban la conexión entre el Salâh y el Zakâh:
{Los creyentes que hacen la oración prescripta, pagan el Zakâh...} [5:55]
{Observad la oración prescripta, pagad el Zakâh...} [2:43]
{Ciertamente que los creyentes que obran rectamente, hacen la oración prescripta y pagan el Zakâh...} [2:277]
El verdadero musulmán ayuna en Ramadân con la intención sincera de ganar la recompensa, y con su corazón lleno de fe. Dijo el Profeta (B y P): "A quienquiera que ayune en Ramadân con fe y anhelando la recompensa le serán perdonados todos sus pecados anteriores".[25]
Él sabe que la obligación de cumplir con el ayuno incluye preservar su lengua, su vista, y todas sus otras facultades, para evitar cometer cualquier error que puede invalidar su ayuno o puede cancelar su recompensa:
"Cuando alguno de vosotros esté ayunando que no diga malas palabras ni levante la voz enojado, y si alguien lo provoca que diga: Estoy ayunando".[26]
"Quien no abandona la mentira y las malas acciones sepa que Allah no tiene ninguna necesidad de que deje de comer y de beber".[27]
El musulmán ayunante es consciente que éste es un mes distinto de los demás. Ayuna por Allah, y sabe que Él lo recompensará, y que la recompensa del Generosísimo y el Opulento es la más grande e inmensa que existe, mucho más de lo que cualquiera podría imaginar:
"La recompensa por cada buena acción de los hijos de Adán se multiplicará entre diez y setecientas veces. Allah dijo: Salvo la del ayuno, pues es para Mí y Yo mismo lo recompensaré. Mi siervo deja su comida y sus deseos por Mí. Para el que ayuna hay dos regocijos: Uno cuando rompe su ayuno, y otro cuando se encuentre con su Señor. Ciertamente el aliento del ayunante es más agradable para Allah que el aroma del almizcle".[28]
Es así como el musulmán inteligente se esfuerza sobremanera para realizar buenas acciones en este sagrado y bendito mes. Durante todos estos días ayuna, reza, lee el Corán, da caridades, hace muchas buenas acciones, e invoca a Allah durante sus noches.
"A quien rece durante Ramadân con fe y anhelando la recompensa le serán perdonados todos sus pecados anteriores".[29]
El Mensajero de Allah (B y P) se esforzaba por hacer muchas buenas acciones durante este mes más que en otros momentos, y sobre todo durante los últimos diez días. ‘Â'ishah (R) dijo:
‘El Mensajero de Allah (B y P) se esforzaba durante Ramadân, y especialmente en los últimos diez días, más que en otros momentos’.[30]
‘Â'ishah (R) también dijo:
‘Cuando los últimos diez días de Ramadân empezaban, el Mensajero de Allah (B y P) se quedaba la noche entera rezando, despertaba a su familia, se esforzaba más y se abstenía de las relaciones maritales’.[31]
El Profeta (B y P) le pidió a los musulmanes que buscaran la noche del Decreto (Lailah Al Qadr) y los exhortó a que pasasen esa noche rezando:
"Buscad Lailah Al Qadr durante los últimos diez días de Ramadân".[32]
"Buscad Lailah Al Qadr en las noches impares de los últimos diez días de Ramadân".[33]
"A quien pase la noche de Lailah Al Qadr rezando y adorando a Allah con fe y esperanza de Su recompensa le serán perdonados todos sus pecados anteriores".[34]
Es así como este bendito mes tiene que ser aprovechado exclusivamente para el culto. El musulmán consciente no tiene tiempo para charlas banales y ociosas a lo largo de la noche. Él no debe estar entre aquellos que se duermen profundamente y se pierden de rezar el Fayr.
El musulmán que verdaderamente entiende su religión no se queda hasta tarde después de rezar el Tarâuîĥ, porque sabe que en poco tiempo tendrá que levantarse para orar el Qiâm Al Lail y comer el Suĥûr (la comida antes del alba) antes de salir hacia la mezquita para orar el Fayr.
El Profeta (B y P) les ordenó a los musulmanes que coman el Suĥûr, porque hay mucho beneficio en él. Dijo:
"Comed el Suĥûr, pues en el Suĥûr hay bendiciones".[35]
Esto es porque levantarse para el Suĥûr le recuerda a uno orar el Qiâm Al Lail y lo motiva a ir a la mezquita para rezar el Fayr en congregación. Además ayuda a la persona a sobrellevar el ayuno, y es la Sunnah que Profeta (B y P) enseñó a sus Saĥâbah. Zaid Ibn Zâbit (R) dijo:
‘Nosotros comimos el Suĥûr junto con el Mensajero de Allah (B y P), luego nos levantamos para orar. Alguien preguntó: ¿Cuánto tiempo había entre los dos actos? Respondió: Cincuenta aleyas’. (Es decir, el tiempo que tomaría recitar cincuenta aleyas del Corán)[36]
El musulmán devoto no olvida realizar ayunos voluntarios, algunos días durante otros meses distintos a Ramadân, como en el día de ‘Arafah, y el noveno y décimo día de Muĥarram. Ayunar en estos días está entre los buenos actos que expían los pecados, como lo informó el Profeta (B y P).
Abû Qatâdah (R) dijo:
Se le preguntó al Profeta (B y P) acerca de ayunar el día de ‘Arafah, y dijo: "Sirve como expiación para los pecados del año anterior y del año en curso".[37]
Ibn ‘Abbâs dijo:
‘El Profeta (B y P) ayunó el día de ‘Âshûrâ' (el décimo día de Muĥarram), y ordenó a los demás que también ayunen ese día’.[38]
Abû Qatâdah (R) dijo:
Se le preguntó al Profeta (B y P) acerca de ayunar el día de ‘Âshûrâ', y dijo: "Sirve como expiación para los pecados del año anterior".[39]
Ibn ‘Abbâs (R) dijo:
El Profeta (B y P) dijo: "Si vivo hasta el próximo año, sin duda que ayunaré el noveno día (de Muĥarram)".[40]
Ayunar seis días del mes de Shauuâl (mes del calendario islámico inmediatamente posterior a Ramadân) fue muy recomendado por el Profeta (B y P):
"Quienquiera que ayune Ramadân y luego seis días de Shauuâl, será como si estuviese ayunado permanentemente".[41]
También se recomienda ayunar tres días de cada mes. Abû Hurairah (R) dijo:
‘Mi estimado amigo (es decir, el Profeta) me aconsejó que hiciera tres cosas: Ayunar tres días de cada mes, orar las dos Rak‘ât del Duĥa, y no dormir hasta haber rezado el Uitr’.[42]
Abû Ad Dardâ' (R) dijo:
‘Mi amigo querido (B y P) me aconsejó que hiciera tres cosas y que nunca las abandone mientras viva: Ayunar tres días de cada mes, orar las dos Rak‘ât del Duĥa, y no dormir hasta haber rezado el Uitr’.[43]
‘Abdullah Ibn ‘Amr Ibn Al ‘Âs (R) dijo:
El Mensajero de Allah (B y P) dijo: "Ayunar tres días de cada mes es como ayunar una vida entera".[44]
Algunos registros describen que estos días son el decimotercero, decimocuarto y decimoquinto de cada mes, que son llamados Al Aiiâm Al Bîd (los días blancos). Otros reportes dicen que el Profeta (B y P) solía ayunar tres días no especificados de cada mes.
Mu‘âdhah Al ‘Adauiiah relató:
‘Le pregunté a ‘Â'ishah (R), la esposa del Profeta, si el Mensajero de Allah (B y P) solía ayunar tres días cada mes. Ella respondió: Sí. Entonces yo le pregunté: ¿Qué días del mes ayunaba? Ella dijo: No tenía predilección sobre los días que ayunaba’.[45]
El musulmán consciente intenta realizar el Ĥayy a la Casa de Allah cuando tiene los medios para hacerlo. Antes de emprender su viaje a los Lugares Santos estudia las reglas del Ĥayy con todos sus detalles, examina todos sus aspectos, tanto los mayores como los menores, para que cuando realice los ritos del Ĥayy, todos estén completos y correctos. Entiende la sabiduría que hay detrás de este gran deber religioso y siente su alma colmada de fe y alegría. Después de terminar el Ĥayy con éxito retorna a su familia y a su país libre de todo pecado, como el día en que vino al mundo, y lleno del reconocimiento de la grandeza de su religión que ha reunido a las naciones de la Tierra alrededor de la Casa de Allah en una gran asamblea internacional como jamás se ha visto en otras épocas, donde a pesar de las diferencias de color, nacionalidad e idioma, los peregrinos están unidos en su respuesta a la convocación de Allah, y en su glorificación y adoración a Él, el Único que tiene derecho a ser adorado, el Omnipotente.