Porque me diste amor, paz y fortuna, cuando era infeliz y pobre. Porque tuviste fe en mi, cuando me llamaban embustero. Porque me diste refugio, cuando todos me abandonaban. ¡Bendita seas, mujer. La más noble, leal y generosa de cuantos pueblan la tierra!
Vivía en La Meca, por los años 595, Jadiya bint Juwalid, de la tribu de Asad.
Era una viuda muy rica, pues sus dos anteriores maridos fueron comerciantes muy prósperos, que, ayudada por su padre, dirigía una red muy importante de negocios, con sus propias, caravanas, atendidas por un numeroso personal.