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El Concepto del Universo en el Islam

En el prólogo expusimos brevemente la posición de los musulmanes y el futuro del Islam en el Hemisferio Occidental. Expondremos en esta parte la posición. del hombre en el mundo contemporáneo, la situación humana en general y el concepto islámico del universo o visión del mundo. Esto reafirmará los conceptos ya sometidos a discusión, añadirá algunas nuevas ideas y enlazará las diversas dimensiones del tema a modo de resumen recapitulativo.

La actual situación humana es alarmante, por no decir cosa peor. Reclama preocupación y respuesta activa por parte de todos los hombres de buena voluntad, y amor a Dios. Pero esto no conduce ni debe conducir a la desesperación ni a la resignación. El espíritu de la esperanza es, y ha sido siempre, para integrantes del Islam (ver, por ejemplo, el Corán, 12:87; 65:3).

Los problemas y las crisis de vuestra era moderna no son ni exclusivamente actuales, ni peculiares. Son ciertamente difíciles, complejos y angustiosos. Quizá lo sean aún más hoy que lo hayan sido jamás. Pero la diferencia entre esta época y las de siglos pasados consiste, básicamente, en una diferencia de grado, más que de clase. La cada vez mayor complejidad de nuestros problemas contemporáneos puede deberse, en gran medida, a un alza similar y proporcionada de nuestras expectativas y capacidades.

El principal origen de las crisis más difíciles ha sido esencialmente, por muchos siglos y en numerosas regiones del globo, una especie de actitud inflexible, exclusiva e intolerante frente a lo extraño, lo diferente y lo extranjero. Esta orientación fomentó el racismo, el elitismo, la intolerancia, el perjuicio y un sinnúmero de actitudes igualmente desagradables.

Son pocos los que pueden negar realmente que la comunidad se enfrenta a una crisis poco común. Esta crisis humana actual parece emanar de un serio desequilibrio entre nuestros progresos externos, extrínsecos, y materiales, y nuestras vacilaciones internas ‑intrínsecos y morales‑. Nada más sencillo que exhortar al mantenimiento de un equilibrio abogando por un "límite intermedio", o combatiendo por el "justo medio" y, sin embargo, nada ha sido más difícil de conseguir. En el pasado, afirmaciones tales como que el hombre no puede vivir sólo de pan fueron, a veces, tan deformadas que implicaban abandono del bienestar material humano. La confianza en Dios ha sido también interpretada erróneamente; se ha tomado a menudo en el sentido de fatalismo impotente o rechazo categórico del libre albedrío y la autorrealización del ser humano. Un exceso de énfasis sobre la espiritualidad, y la resignación, da forzosamente lugar a un mayor hincapié en el materialismo, "libre albedrío", etc. Llevada más allá de ciertos límites, la espiritualidad puede convertirse en superstición y confusión. Del mismo modo, un mayor acento puede cambiar el materialismo en laxitud, el libre albedrío en libertinaje y el racionalismo en mera vanidad. La historia intelectual de los cinco últimos siglos demuestra muy bien estas tendencias.

La escala espiritual ha ascendido y descendido a lo largo de los años de las décadas recientes. En las décadas de los 60 y 70, y ahora en la de los 80, los acontecimientos que se convierten en noticia corresponden a investigaciones insuperadas y sin precedentes del espacio exterior. Resultan igualmente sensacionales las investigaciones nunca vistas en los pliegues internos y recónditos del ser, por muy caprichosas, culturales o neuróticas que aparenten ser.

El desarrollo de estos tipos de investigación, sin igual y sin precedentes, resulta excepcionalmente alarmante. La razón estriba, probablemente, en el hecho de que dos amigos no parecen relacionarse entre sí de que no convergen por sí solos. Por lo que se ve no existe reciprocidad, refuerzo mutuo o fecundación cruzada. Más aún, su precaria y desequilibrada existencia constituye una constante amenaza para la mayoría de la gente. Puede conducir asi, muy bien, a la ambivalencia y la confusión, capaces a su vez de intensificar los problemas de la sociedad y endurecer. la suerte del hombre actual. Pero este curso incierto puede cambiar si se reconcilian de algún modo las investigaciones científicas exteriores y las vacilaciones morales interiores. El hombre no sólo vive de pan. Ello es bastante cierto. Pero tampoco vive sólo de la oración. Es a la par que ser político o materialista, un explorador religioso de la santidad.

Ya hemos mencionado que el mundo contemporáneo se encuentra claramente desconcertado ante numerosos problemas, pero se ve igualmente confundido por los diagnósticos opuestos y por las prescripciones orientadas a resolver esos problemas. Hay quienes cantan la canción popular "lo que el mundo necesita ahora es amor... etc." unos piden un renacimiento del ser humano. Otros vuelven la mirada al Marxismo, Humanismo, Satanismo o la ciencia, buscando la definitiva solución. No faltan, quienes esperan la llegada de algún futuro salvador. Y esta larga lista no incluye siquiera a los indiferentes, los desesperados y los apáticos, que pueden superar de hecho al conjunto combinado de todos los optimistas. Parece ser que la máxima necesidad de nuestros días es la urgente necesidad de "comprensión". Lo que el hombre necesita sobre todo, es comprenderse a sí mismo y su naturaleza, sus capacidades potenciales y limitaciones, su lugar en el universo y las relaciones con sus elementos.

La cuestión estriba ahora en cómo puede ayudar el Islam al hombre a comprenderse, liberar su mente y aclarar su visión honrosa. Para aventurar una respuesta a esta pregunta será necesario tener presentes los conceptos básicos del Islam, que antes han sido expuestos, y elevar algunos otros elementos de su sistema de valores. Este análisis indicará, esperanzadamente, en que medida puede relacionarse al hombre moderno con la problemática contemporánea, y de qué manera se le puede ayudar a abrirse camino.

El principio de la moderación es sumamente característico del Islam. Como mejor se expresa es, probablemente, en la forma en que el Islam contempla la naturaleza humana, el significado de la vida y la idea de Dios. El Islam no se adhiere a la filosofía "humanística" unilateral, que casi verifica al hombre y no reconoce nada más después de él . Ni tampoco suscribe el aserto, igualmente unilateral, de que la naturaleza humana es inherentemente viciosa, malvada o pecadora; el Islam rechaza la idea de que la vida sea detestable, brutal, breve y miserable. Pero también niega la idea de que la vida sea un fin por sí misma, placentera y despreocupada. El Islam otorga a la vida un significado positivo, un objetivo. Quedaría devaluada la vida, sobre la tierra, solamente vista en relación al Más Allá. No se preocupa exclusivamente del aquí y el ahora, el hedonismo del momento y los placeres inmediatos. Ni pasa tampoco por alto el aquí y el ahora, tratando de encontrar un futuro paraíso en el porvenir. Se dirige a la condición humana que vive aquí abajo, en la tierra, y al destino humano en la vida del mundo futuro. Esta preocupación es, desde luego, relativa; valora cada época de la existencia con arreglo a su efecto relativo en el bienestar general del hombre (Corán, 7:33; 17:18-21 ;28:77; 5720-21).

Hay un pasaje en el Corán (2:27-39), típico entre tantos otros, que contiene algunos de los principios fundamentales del Islam y representa los fundamentos de la visión que del mundo tiene el Islam. Entre estos principios destacan los siguientes:

1. El mundo es una entidad digna, creada por la voluntad de un Diseñador y mantenido por El, con fines plenos de sentido. Las corrientes históricas tienen lugar de acuerdo con Su deseo y siguen leyes establecidas. No están dirigidas por un azar ciego, ni constituyen incidentes fortuitos y desordenados

2. También el hombre ha sido creado por Dios y tiene encargado ser su virrey en la tierra. Ha sido elegido para cultivar la tierra y enriquecer la vida con el conocimiento, la virtud, el propósito y el sentido. Y para conseguir esta meta, todo cuanto existe en la tierra y en los cielos ha sido creado para él y ha sido subordinado a él. La vida en este planeta no es una cárcel para el hombre; su venida al mundo no constituyó un castigo arbitrario a los pecados cometidos previamente. Ni fue expulsado de otro mundo y arrojado a éste. Su existencia no se debió a la mera casualidad ni fue un suceso imprevisto.

3. La única facultad del hombre es el conocimiento y forma parte integrante de su personalidad y su ser. Es el conocimiento lo que califica al hombre para convertirse en virrey de su Creador, y lo que le faculta para tener autoridad sobre el respeto y la lealtad de los ángeles de Dios.

4. La primera fase de la vida sobre la tierra no comenzó en pecado ni en rebelión contra el Ser Creador. La "Caída" del Jardín del Edén, y lo Que vino después ‑el remordimiento de Adán y Eva, su arrepentimiento, el perdón y la compasión de Dios hacia ellos, la enemistad entre el hombre y Satanás‑ nada de ello sorprendió al Creador Ni fue tampoco un accidente en el curso de los acontecimientos. Estaba demasiado bien concebido para ser accidental. Más bien parece haber sido ideado para disciplinar al primer hombre, para hacerle experimentar realmente la caída y la elevación, la derrota moral y el triunfe, el descarrío y la reconciliación con el Creador. De esta forma el hombre quedaría mejor preparado para la vida y más instruido para hacer frente a sus incertidumbres y momentos de prueba.

5. Eva no fue la parte más débil de la primera pareja humana, ni tentó a Adán para que comiera del árbol prohibido, ni fue la única responsable de la expulsión del jardín del Paraíso. Tanto Adán como Eva fueron igualmente tentados y responsables; los dos sintieron pesar y arrepentimiento, y los dos fueron benditos por la indulgencia y la compasión de Dios. Esto es significativo, por cuanto libera a Eva de la maldición que ella y su sexo han venido arrastrando a través de los tiempos, y la absuelve de la carga de que sólo ella sea la única, o la principal, responsable de la Caída. Además, declara en términos inequívocos que la creencia en la inferioridad moral de las mujeres carece de fundamento, resultando totalmente injustificable el criterio moral que aplica un doble nivel de responsabilidades. Aquí, como en cualquier otro lugar, el Corán deja muy claro que tanto el hombre como la mujer son igualmente capaces de la virtud y la debilidad, igualmente sensibles e igualmente merito. ríos (7).

6. El hombre tiene un libre albedrío y goza de una voluntad también libre. Esta es la esencia de su humanidad y la base de su responsabilidad para con su Creador. Sin el relativamente libre albedrío del hombre, la vida carecería de sentido y la alianza establecida entre Dios y el hombre sería en vano. Sin el, libre albedrío humano, Dios no habría conseguido sus objetivos y el hombre sería totalmente incapaz de asumir ninguna responsabilidad. Esto es, desde luego impensable.

7. La vida emana de Dios. No es eterna, ni tampoco fin en sí misma, sino una fase de transición tras la que todo volverá al Creador.

8. El hombre es un agente responsable. Pero la responsabilidad del pecado sólo la soporta el pecador real. El pecado no es hereditario, transferible, ni común por naturaleza. Cada individuo es responsable de sus propias obras. Y mientras que el hombre es susceptible de corrupción, también es capaz de redimirse y reformarse. Ello no significa que el Islam prefiera el individuo al grupo, El individualismo quiere decir muy poco, o casi nada, cuando se separa del contexto social. Lo que realmente significa es que el individuo tiene diversos conjuntos de papeles para representar. Debe actuar de manera que le permita guardar su integridad moral, preservar su identidad, observar los derechos de Dios y cumplir sus obligaciones sociales.

9. El hombre es un ser honorable y digno. Su dignidad deriva del hecho de que su Creador le ha infundido su espíritu. Lo más importante de todo es que esta dignidad no está limitada a cualquier raza especial, color o clase de gente. Es el derecho natural del hombre, de cada hombre, el ser más honorable de la tierra.

10. El pasaje apunta, por último, a las profundas raíces de la Unicidad de Dios y, la unidad de la humanidad. Muestra, además, que las mayores virtudes del hombre son la piedad y el conocimiento, que cuando este conocimiento se adquiere y se emplea siguiendo la dirección divina, el hombre tendrá asegurado su venturoso destino y su vida será serena.


(7) Ver el Concepto del Pecado

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