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La Verdadera Musulmana No Es Hipócrita

La verdadera musulmana es franca y abierta en sus palabras y opiniones. Y además, es la más alejada de la hipocresía, la adulación, y el falso elogio, porque conoce de las enseñanzas del Islam que la hipocresía es harâm, y no es propia de la verdadera musulmana.

"El Profeta nos protegió de caer en el pantano de la hipocresía y la adulación. Cuando los Banû ‘Âmir fueron hacia donde estaba él y lo elogiaron diciendo: ‘Tú eres nuestro maestro’. Él dijo: ‘El único maestro es Allah ’. Cuando dijeron: ‘Tú eres el más excelso y el más grande de nosotros’. Él dijo: ‘Decid lo queráis, pero no habléis como agentes de Shaitân. Yo no quiero que me elevéis por encima de la condición que Allah me ha asignado. Yo soy Muhammad Ibn ‘Abdullah, Su siervo y Mensajero’".[1]

   El Profeta impidió que la gente exagerase su elogio a otras personas (algunos que ni siquiera son merecedores de encomio) cuando les prohibió que lo describieran como "maestro," "excelso" y "grande," en una época en que él era sin duda alguna el más grande de los Mensajeros, el maestro de los musulmanes y el más grande y excelso de ellos. Él hizo esto porque entendía que si se abría la puerta del elogio en su alcance más amplio, podría conducir a peligrosos tipos de hipocresía inaceptables para un espíritu islámico puro y para la verdad en que se basa esta religión. Él prohibió a los Sahâbah elogiar a un hombre en su cara para evitar que sea arrastrado a la hipocresía, y para que el elogiado no se llene de sentimientos de orgullo, arrogancia, superioridad y vanidad.

Al Bujâri y Muslim narraron que Abû Bakr dijo:

"Un hombre elogió a otro hombre en presencia del Profeta , quien dijo: '¡Ay de ti! Has cortado la garganta de tu compañero varias veces'. Luego dijo: 'Quien de vosotros insista en elogiar a su hermano, que le diga: ‘Yo pienso que tal persona es de tal y cual manera, y Allah sabe la verdad exacta, y yo no confirmo la buena conducta de nadie ante Allah , pero pienso que él es de tal y cual forma’, si él sabe que de verdad es así’".[2]

    Si elogiar a una persona es algo que no puede evitarse, entonces debe ser sincero y basado en la verdad. El elogio debe ser moderado, reservado y sin ninguna exageración. Ésta es la única forma por la cual una sociedad podrá librarse de la hipocresía, las mentiras, el fraude y el servilismo.

    En la obra Al Adab Al Mufrad, Al Bujâri relata de Rayâ' y éste a su vez de Mihyan Al Aslami que el Profeta y Mihyan estaban en la mezquita cuando el Profeta vio a un hombre rezando inclinado, y preguntó: "¿Quién es?" Mihyan comenzó a elogiar al hombre diciendo: "Mensajero de Allah, él es tal persona y es de tal y cual manera". El Profeta dijo: "¡Detente! No dejes que te escuche, o será su ruina!".[3]

Según un relato dado por Ahmad, Mihyan dijo: "Mensajero de Allah, éste es tal persona, una de las mejores personas de Al Madînah", o "una de las personas que más reza en Al Madînah". El Profeta dijo: "¡No dejes que te escuche, o será su ruina!" - dos o tres veces - "Vosotros sois una Ummah para quien deseo tranquilidad".[4]

   El Profeta describió el acto de escuchar un elogio como algo que causaría la ruina de una persona debido al profundo impacto psicológico sobre la mente humana, la cual por naturaleza ama escuchar estas palabras. Por eso, quien recibe un elogio comienza a sentirse superior y a despreciar a otra gente. Si dicho elogio es repetido por los hipócritas y los aduladores - ¡y cuántos de ellos hay rodeando a quienes están en posiciones de poder y autoridad! - satisfacerá un fuerte deseo en su corazón y se volverá algo que quiera escuchar habitualmente. Después aborrecerá escuchar críticas y consejos, y sólo aceptará el elogio, las gracias y la adulación. No es de extrañar entonces que la verdad se pierda, la justicia sea eliminada, la moral sea destruida y la sociedad corrompida.

    Por esta razón, el Profeta , ordenó a sus compañeros arrojar polvo a las caras de quienes elogian a otros, para que su número, y por ende su adulación e hipocresía, no se incremente, ya que tendría consecuencias desastrosas para toda la sociedad musulmana.

    Los Sahâbah 35 solían sentirse perturbados cuando escuchaban a otras personas elogiarlos, aunque eran los más merecedores de tal elogio, porque temían sus desastrosas consecuencias y se adherían a los principios básicos del Islam que repudian tales expresiones baratas y vacías. Nâfi‘  y otros decían: "Un hombre dijo a Ibn ‘Umar : '¡Oh, vosotros sois la mejor de la gente!' o '¡Oh, hijos de la mejor gente!' Ibn ‘Umar dijo: 'Yo no soy de la mejor gente, ni soy hijo de la mejor gente. Yo sólo soy uno de los siervos de Allah , espero Su misericordia y temo Su ira. ¡Por Allah! Continuaréis acosando a un hombre con vuestro halago hasta causarle la ruina’".[5]

   Ésta es una declaración prudente de un gran Sahâbi de suma sensibilidad islámica que se adhirió a las enseñanzas islámicas tanto en secreto como públicamente.

   Los Sahâbah comprendieron precisamente la guía del Profeta que les decía que sus actos y palabras debían librarse de la hipocresía. La gran diferencia entre lo que se hace sinceramente  por Allah , y lo que se hace meramente por hipocresía y adulación era algo bastante claro para ellos.

   Ibn ‘Umar dijo que cierta gente le dijo: "Cuando tomaban posesión de su cargo nuestros gobernantes, nosotros les decíamos algo diferente de lo que les decíamos cuando lo abandonaban". Ibn ‘Umar dijo: "En la época del Profeta , solíamos considerar esto como hipocresía".[6]

   La fiel musulmana está protegida por su religión para no descender a un nivel peligroso de hipocresía en el que se han sumido muchas mujeres que piensan que no han transgredido los límites de la adulación cortés. Ellas no se percatan de que hay una clase de adulación harâm y de que no pueden descender tan bajo sin darse cuenta de ello, y caer en el pecado de esta despreciable hipocresía que puede conducirlas a su fatalidad final. Esto ocurre cuando se mantienen calladas y se abstienen de decir la verdad, o cuando elogian a quienes no lo merecen.


[1]  Haiâh As Sahâbah 3/99.
[2]  Fath Al Bâri', 10/476, Kitâb al adab, bâb mâ iukrah min at tamâduh; Sahîh Muslim, 18/126, Kitâb az zuhd, bâb an nahi ‘an al ifrât fi al madh.
[3]  Ver Al Adab Al Mufrad, 1/433, Bâb iuhza fi uyûh al maddâhin.
[4]  Relatado por Ahmad, 5/32; su isnâd es sahîh.
[5]  Haiâh As Sahâbah, 3/103.
[6]  Fath Al Bâri', 13/170, Kitâb al ahkâm, bâb mâ iukrahu min zanâ' as sultân.
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