Las causas del mal final
6 - Las causas del mal final
Algunos de aquellos que aparentan ser musulmanes y actúan de acuerdo con lo que dice el Islam tienen un mal final -que Allâh nos proteja de eso-. Este mal final se hace hasta evidente en el caso de algunos agonizantes. Siddîq Hasan Jân analizó el tema del mal final, y dijo: "Existen razones (causas) para esto, y de las cuales se debe cuidar el creyente."[1]. Después mencionó estas razones, como sigue:
1 - La creencia (Al ‘Aqîdah) incorrecta, aun cuando la persona lleva una vida de perfecto ascetismo y rectitud. Si hay algo incorrecto en su creencia, a pesar de estar convencido de que se trata de algo correcto y aferrarse a ello sin pensar que pudiera estar equivocado, la falsedad de su creencia se le puede hacer evidente cuando esté agonizando. Esta creencia incorrecta puede tener el efecto de destruir todas sus otras creencias en el momento de su muerte. Si su alma parte antes de que se de cuenta y pueda regresar a la verdadera fe, entonces esto será considerado como un mal final para él y partirá de este mundo como un incrédulo. Así, será uno de aquellos a los que Allâh les dice:
{Allâh ya les mostrará lo que no se imaginan.} (39:47)
{Diles: ¿Queréis que os enteremos de quiénes son los más perdedores por sus obras? Aquellos cuyos afanes se malograron en la vida mundanal mientras creían haber obrado el bien.} (18:103-104)
Todo aquel que cree en algo incorrecto, ya sea por opinión personal o por seguir a otras personas que creen en ello, se encuentra en un gran peligro, y su ascetismo y rectitud no lo beneficiarán en nada. Lo único que puede beneficiarlo es la creencia correcta, y ésta es únicamente la que concuerda con el Libro de Allâh y la Sunnah de Su Mensajero , pues las únicas creencias religiosas válidas son las que son tomadas de estas dos fuentes.
2 - La persistencia en el pecado. Aquel que peca continuamente se acostumbra a ello, y todo aquello a lo que el hombre se acostumbra en su vida se le presentará durante su agonía. Si se inclina más por los actos de adoración entonces lo que más recordará en su agonía serán aquellos actos, pero si se inclina más hacia el pecado serán sus pecados lo que más recordará. Y es muy posible que éstos vengan a su mente y lo distraigan o confundan interponiéndose entre él y el arrepentimiento, pues estará como encadenado por sus malos actos, porque éstos formarán una barrera entre el agonizante y su Señor convirtiéndose en la causa de su condena en sus últimos momentos. El Profeta dijo: "El pecado es el heraldo de la incredulidad."
Quien se esfuerza por no cometer pecados y cuando incurre en ellos se arrepiente se encuentra bien lejos de este peligro. En cambio, aquel que sigue cometiéndolos hasta que éstos llegan a exceder sus buenas obras y no se arrepiente de ellos se estará exponiendo al peligro de que éstos colmen su mente y sienta inclinación hacia ellos en el momento más crítico de su vida cuando su alma sea llevada.
Esta situación puede ser comprendida por medio de una analogía o comparación. Sin duda que en la mayoría de los casos lo que el hombre ve en sus sueños son cosas a las que él está acostumbrado en su vida. Así, aquel que ha dedicado su vida a la búsqueda del conocimiento ve en sus sueños temas relacionados con el conocimiento y los sabios, y aquel que ha dedicado su vida a la costura ve cosas que tienen que ver con la costura y la sastrería. En los sueños uno ve cosas a las que está acostumbrado ya que ha tratado con ellas por mucho tiempo. La muerte, a pesar de ser más intensa que el sueño, se asemeja en su agonía a la pérdida de conciencia durante el sueño.
Adh Dhahabi dijo en Al Kabâ'ir: "Muyâhid dijo: Una vez, una persona cuya pasión era el ajedrez se encontraba agonizando, y alguien le dijo: ¡Di: Lâ ilâha illa Allâh! Entonces éste respondió: ¡Jaque mate! y después murió. Las palabras que solía utilizar en su vida mientras jugaba ajedrez vinieron a su boca y en vez de pronunciar la formula del Tauhîd dijo ¡Jaque mate!"[2]
Fue narrado también acerca de un hombre que acostumbraba sentarse con gente que consumía bebidas alcohólicas. Cuando agonizaba le fue dicho: ¡Di el testimonio de fe! Pero él respondió: ¡Bebed y servidme un poco! y después de esto murió. ¡Qué Allâh el Altísimo nos proteja de tener un final similar!
3 - El abandonar la Istiqâmah.[3] El perderse en la vida pecaminosa después de haber sido una persona virtuosa y practicante de las buenas obras es una de las causas que llevan a tener un mal final. Al igual que Iblîs (Satanás) que a pesar de que era líder y maestro de los Ángeles y una de las criaturas que más se esforzaban en adorar a Allâh, cuando le fue ordenado prosternarse ante Adán se mostró arrogante y rebelde rechazando hacerlo y se convirtió en uno de los incrédulos. O como Ba‘lâm Ibn Bâ´ûra a quien Allâh le mostró Sus signos pero él los desechó y prefirió la vida mundanal, y siguió sus propios caprichos y deseos, convirtiéndose así en uno de los que se extraviaron. Y Barsîsa el ferviente adorador, a quien Shaitân le dijera: ¡Deja de creer!, cuando descreyó Shaitân le dijo: No tengo nada que ver contigo; yo temo a Allâh, el Señor de los Mundos. Shaitân lo extravió y lo hizo caer en la incredulidad, y luego declaró que no tenia nada que ver para no tener que compartir con él el castigo. Pero no le sirvió de nada pues Allâh dice:
{El final de ambos será el Infierno donde sufrirán eternamente. Esta es la retribución de los inicuos.} (59:17)
4 - La debilidad de fe. La existencia de alguna debilidad en la fe de la persona disminuye su amor por Allâh. El amor por este mundo se hace cada vez más fuerte en su corazón y al final lo toma por completo sin dejar lugar para el amor a Allâh, excepto en pequeños rincones que no pueden causar ningún efecto en el Nafs (el Yo) para neutralizarlo, refrenarlo de cometer pecados, o instarlo a practicar actos de obediencia. Así, esta persona se hunde con sus deseos y pecados, y la oscuridad de los pecados se acrecienta acumulándose en su corazón, y ello mantiene apagada cualquier luz de fe que en él haya. Cuando la agonía de la muerte llega, su amor por Allâh se hace más débil aún, ya que éste ve que está partiendo de este mundo que le es tan amado. Su amor por la vida mundanal es tan grande que se niega a abandonarla y le duele hacerlo, y Allâh sabe eso. Por ello teme que el odio desplace al amor por Allâh de su corazón, y aquel amor débil se convierta en odio. Si su alma parte en ese momento tan peligroso tendrá el mal final y será condenado eternamente.
El motivo de este mal final es el amor por este mundo. Contentarse y regocijarse sólo con él, teniendo al mismo tiempo una fe débil, significa que el amor por Allâh también es débil. Éste es un problema crónico que afecta a muchas personas. Si el corazón de la persona se encuentra agobiado con un asunto mundanal, en el momento de la muerte éste llenará su mente y corazón no dejando lugar para nada más. Esto formará una barrera entre él y su Señor.
Fue narrado que Sulaimân Ibn ‘Abd Al Mâlik entró en Al Madînah en el mes de la peregrinación y dijo: "¿Hay alguien aquí que haya conocido a algunos de los Sahâbah?" La gente respondió: Si, Abû Hâzim. Entonces lo mandó llamar y cuando éste llegó le dijo: "¡Oh, Abû Hâzim! ¿Por qué odiamos la muerte?" Y él dijo: Todo vuestro esfuerzo ha sido en pro de este mundo y habéis descuidado la Otra vida, y odiáis abandonar aquello por lo que habéis luchado para dirigiros hacia aquello para lo que no os habéis preparado (o sea el Día del Juicio). Sulaimân dijo: "Habéis dicho la verdad" Después dijo: "Me pregunto, qué será lo que Allâh nos tiene preparado?". Abû Hâzim le dijo: Juzgad vuestras acciones según el (juicio del) Libro de Allâh. Dijo (Sulaimân): ¿Y dónde lo encuentro? Respondió: En el siguiente versículo: {Por cierto que los piadosos gozarán de las delicias del Paraíso, y los pecadores, en cambio, sufrirán en el Infierno.} (82:13-14) Sulaimân dijo: "¿Y dónde está la misericordia de Allâh?" Él dijo: La misericordia de Allâh está cerca de aquellos que hacen las buenas acciones. Sulaimân agregó: "Me pregunto, cómo será mi encuentro con Allâh" Él dijo: Quien hace buenas acciones se sentirá como aquel que retorna a su familia después de haber estado ausente (de su casa), en cambio el malhechor se sentirá como un esclavo fugitivo cuando es devuelto a su amo. Entonces Sulaimân lloró en voz alta y dijo: "Aconséjame (¡Oh, Abû Hâzim!)" Él dijo: Teme que Allâh te vea cuando estés haciendo lo que prohibió y de que no te encuentre donde ha ordenado estar.
Siddîq Hasan Jân citando las palabras de Al Gazâli en Al Ihiâ' [4] mencionó que el mal final puede ser uno de dos niveles, siendo uno de ellos más grave que el otro. El más grave (que condena a la persona al Infierno) es cuando el corazón está colmado ya sea por la duda o por la negación[5] en el momento de la agonía y el horror de la muerte, y el alma es tomada en ese estado. Esta situación forma una barrera eterna entre la persona y Allâh, condenándola al destierro eterno y al tormento sin fin. El otro nivel es cuando el corazón de la persona, en el momento de la muerte, se ve agobiado por algún asunto mundanal o deseo, el cual no deja lugar en él para nada más en ese momento. Si su alma es tomada estando él así entonces el asunto es grave, pues la persona muere de la manera que vivió. A estas alturas el sentimiento de dolor y pesar será en verdad grande, a menos que la fe y el amor por Allâh se encuentren firmemente enraizados en el corazón desde hace un largo tiempo y nutridos por la práctica de las buenas obras, que es lo único que podrá salvarlo del peligro. Aun si su fe fuese equivalente al peso de un átomo, ésta hará que sea retirado del Infierno en un tiempo corto. Si su fe es menos que eso, entonces se quedará en el fuego por más tiempo, pero al final saldrá de él aunque sea después de mil años. Quien crea acerca de Allâh, Sus atributos y acciones algo que contradiga los contenidos del Corán y la Sunnah, ya sea por imitar a otros o por opinión propia, se encontrará expuesto a este peligro también. El ascetismo y la piedad no son suficientes para repeler este peligro; nada puede salvar a la persona de esto excepto la creencia correcta.[6]