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El Verdadero Musulmán Cuida Su Alma

Mientras está cuidando sus necesidades físicas y mentales, el verdadero musulmán no se olvida que no sólo está formado de un cuerpo y una mente sino también de que tiene un alma apasionada y sensible, cuyos anhelos lo motivan a alzarse a la consagración y a la devoción buscando las bendiciones de Allah y preservándose de Su castigo. 

Embellece su alma a través de la adoración 

Es obligación del musulmán cuidar su alma, por ello la purifica y pule a través de la adoración constante y el conocimiento de Allah, noche y día. Está atento al engaño de Shaitân y a su malicioso susurro, y si en algún momento de debilidad los malos pensamientos invaden su mente recuerda a Allah y de esta manera transita por el Camino Recto: 

{Por cierto que los piadosos, cuando Satanás les susurra, invocan a su Señor y entonces pueden ver con claridad.} [7:201] 

El Profeta ((B y P)) les decía a sus Compañeros: "Renovad vuestra fe". Entonces le fue preguntado: ¡Oh, Mensajero de Allah! ¿Cómo hacemos para renovar nuestra fe? Y él respondió: "Decid frecuentemente La ilâha illa Allah".[1]

El musulmán busca fortalecer su alma a través de varias formas de adoración que él realiza por obediencia y temor a Allah, como leer el Corán cuidadosamente y con entendimiento, recordar a Allah con humildad, y orar correctamente y con concentración. Así llega a un punto que estos actos de adoración se vuelven parte de su vida y no los abandona. Por eso desarrolla y refuerza sus sentimientos, hasta que en todas sus situaciones está alerta y consciente de que Allah lo está observando, entonces nunca maltrata a la gente y nunca se desvía del verdadero camino.

Se junta con las personas virtuosas y asiste a reuniones religiosas

El musulmán busca lograr este elevado estado juntándose con personas piadosas que comparten entre sí el conocimiento, y se aconsejan mutuamente la Verdad (Al Ĥaqq), la paciencia y constancia (As Sabr), frecuentando reuniones religiosas donde el nombre de Allah es mencionado continuamente, donde hay discusiones sobre la grandeza de las enseñanzas islámicas respecto a la Tarbiah (la educación y el desarrollo) del individuo, la familia y la comunidad, y donde aquellos presentes reflexionan sobre el poderío de Allah, el Dominante, el Omnipotente, Aquel que no se Le escapa nada de lo que hay en los cielo y en la Tierra, y meditan en la maravilla de Su creación en el universo y el hombre. En estas clases de reuniones las almas se purifican, los corazones se limpian, y la totalidad del ser se llena de fe. 

‘Abdullah Ibn Rauâĥah (R) siempre que se encontrara con uno de los Compañeros del Profeta (B y P) le decía: ‘Ven y adoremos a Allah un rato’. Cuando el Profeta (B y P) se enteró de esto dijo: "¡Qué Allah tenga misericordia de Ibn Rauâĥah! Pues él ama las reuniones a las que los Ángeles se sienten orgullosos de asistir".[2] 

El Jalîfah bien guiado ‘Umar Al Fârûq (R) solía tomar un descanso regular dejando sus numerosos deberes como gobernante. Entonces tomaba de la mano a uno o dos hombres y les decía: ‘Venid, aumentemos nuestra fe’. Y se sentaban a recordar a Allah.[3]

Incluso ‘Umar (R), que era tan virtuoso y realizaba tantos actos de adoración, sentía la necesidad de vez en cuando de purificar su alma. Él se alejaba durante algún tiempo de los quehaceres y preocupaciones de esta vida para purificar su alma y limpiar su corazón. También Mu‘âdh Ibn Yabal (R) le decía a menudo a sus compañeros cuando estaban caminando: ‘Sentémonos a adorar a Allah un rato’.[4] 

El musulmán es responsable de fortalecer su alma y purificar su corazón. Se esfuerza siempre en alcanzar un nivel superior, y evita degradarse. 

{Por el hombre y Quien lo creó, y le enseñó el camino del bien y del mal, que por cierto que obtendrá el éxito [en la otra vida] quien purifique su alma [apartándose de los pecados], y estará perdido quien la pervierta [siguiendo sus pasiones].} [91: 7-10] 

Por eso al musulmán se le exige escoger a sus amigos cuidadosamente y adherirse sólo a las reuniones que le aumentan su fe, Taqua y visión. Él debe evitar las malas compañías de los demonios de entre la humanidad, y alejarse de los que se juntan para cometer pecados y desobedecer a Allah porque esto corromperá su alma: 

{Reúnete con quienes invocan a su Señor por la mañana y por la tarde anhelando complacerle. No te apartes de ellos inclinándote por el encanto de la vida mundanal. No obedezcas a quien hemos hecho que su corazón se olvide de Nosotros, sigua sus pasiones y se extralimite en sus acciones.} [18:28]

Frecuentemente repite las Ad‘iah y las súplicas descritas en los Dais

Otra manera mediante la cual el musulmán puede fortalecer su alma y puede conectar su corazón a Allah está en repetir las súplicas que sabemos que el Profeta (B y P) decía en distintas ocasiones.

Hay un Du‘â' que él decía cuando salía de su casa y otro para cuando entraba, también hay uno para despedir a un viajero y otro para darle la bienvenida, uno para vestir nueva ropa, otro para acostarse, otro despertarse, y para muchas otras situaciones. Además el Profeta (B y P) pedía a Allah que lo guiara, lo protegiera del error, lo cuidara y le destinara lo bueno. Todo esto lo podemos encontrar en los libros de Aĥâdîz. Por ejemplo, se puede recurrir a Al Adhkâr de An Nauaui o a Al Ma'zûrât de Ĥasan Al Banna. El Profeta (B y P) enseñaba estas Ad‘iah y estos Adhkâr a sus Compañeros, y los exhortaba a que ellos los repitieran en los momentos apropiados.

El musulmán inteligente es perspicaz en el aprendizaje de estas súplicas y estos ruegos, siguiendo el ejemplo del Profeta (B y P) y sus distinguidos Compañeros. Él los repite en los momentos apropiados, tanto como puede. De esta manera su corazón permanece en contacto con Allah, y su alma se limpia y purifica. A través de estos ejercicios espirituales el Profeta (B y P) entrenaba las almas de la primera generación de Saĥâbah para que se purificasen. El Islam ha forjado un gran milagro en la formación de una generación refinada y superior que fue única en la historia de la humanidad, la cual alcanzó maravillosos logros en pocos años.

El verdadero musulmán, hoy más que nunca, necesita entrenar su alma para alcanzar ese alto nivel y poder sobrellevar la pesada responsabilidad de la Da‘uah.


[1] Transmitido por Aĥmad con un Isnâd Yaiid
[2] Transmitido por Aĥmad con un Isnâd Ĥasan
[3] Ĥaiâh As Saĥâbah, 3/329
[4] Ídem.
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