El Verdadero Musulmán Cuida Su Mente
El conocimiento es una obligación y una honra para el musulmán
El musulmán cree que ejercitar su mente, buscar el conocimiento y descubrir las señales de Allah en el universo son una obligación, porque dice el Profeta al respecto (B y P):
"La búsqueda del conocimiento es un deber de cada musulmán".[1]
Por consiguiente, el musulmán debe buscar el conocimiento continuamente durante toda su vida. El hecho de que Allah ha elevado el rango de aquellos que tienen conocimiento, y los ha descripto como los que verdaderamente Le temen, debe ser suficiente motivo para estimular al musulmán a que busque el conocimiento. Allah dice:
{Los más temerosos de Allah son los sabios de entre Sus siervos...} [35:28]
Sólo temen a Allah aquellos cuyas mentes están lo suficientemente iluminadas para ver Su grandeza y Su poder manifestados en la creación del universo y en todo ser viviente, y éstas son las personas de conocimiento. Él los ha preferido por encima de aquellos que no tienen conocimiento.
{¿Acaso son iguales quienes saben [los preceptos de su Señor y los ponen en práctica] y quienes no saben? Y por cierto que sólo reflexionan los dotados de intelecto.} [39:9]
Safuân Ibn ‘Assâl Al Murâdi ingresó en la mezquita y le dijo al Profeta (B y P): ¡Oh, Mensajero de Allah! He venido para obtener conocimiento. El Profeta (B y P) le dijo: "Bienvenido ¡Oh, buscador del conocimiento! Ciertamente los Ángeles rodean al buscador de conocimiento con sus alas, reuniéndose a su alrededor en filas uno sobre el otro, hasta alcanzar el primer cielo por amor a lo que él busca".[2]
Los textos que exaltan la virtud del conocimiento y exhortan a su búsqueda son muchos, por consiguiente el verdadero musulmán es un estudioso y un buscador de conocimiento.
Busca el conocimiento continuamente hasta su muerte
El verdadero conocimiento no significa obtener un título o diploma que le permitirán a uno ganarse un sueldo y le garantizarán un nivel bueno de vida, después del cual uno deja de estudiar y no continúa explorando el tesoro del conocimiento; el verdadero saber significa que uno continúa leyendo y estudiando, aumentando el conocimiento día a día, de acuerdo con las palabras del Corán:
{Di: ¡Oh, Señor mío! Acrecienta mi conocimiento.} [20:114]
Nuestros predecesores virtuosos nunca dejaron de buscar la forma de aumentar el conocimiento, no importa que tan alto nivel de saber habían logrado, ellos continuaban su búsqueda hasta el final de sus vidas. Ellos sostenían que el conocimiento vivía y crecía con su continua búsqueda, y que se marchitaba y perecería cuando era ignorado y abandonado. Se atribuyen muchas anécdotas que elocuentemente expresan el respeto que le tenían al conocimiento y a la constante dedicación para adquirirlo. A continuación se detallan algunas de ellas:
El Imâm Ibn ‘Abd Al Barr informó que Ibn Abî Gassân dijo: ‘Mientras estás buscando el conocimiento eres conocedor, pero si abandonas la búsqueda te vuelves ignorante’.
El Imâm Mâlik dijo: ‘Quien tiene conocimiento no debe dejar de continuar buscándolo’.
Se le preguntó al Imâm ‘Abdullah Ibn Al Mubârak: ¿Durante cuánto tiempo buscarás el conocimiento? Y él respondió: ‘Hasta que me muera, porque puede ser que todavía no haya encontrado lo que más me beneficiará’.
Se le preguntó al Imâm Abû ‘Amr Ibn Al ‘Alâ': ¿Durante cuánto tiempo le corresponde a una persona buscar el conocimiento? Y él respondió: ‘Durante toda su vida’.
El Imâm Sufiân Ibn ‘Uiainah dio una excelente respuesta cuando se le preguntó: ¿Quiénes son los más necesitados de buscar el conocimiento? Dijo: ‘Aquellos que tienen más conocimiento’. Y cuando fue preguntado el porqué, contestó: ‘Porque si ellos cometen un error es más grave’.
El mismo concepto tenía el Imâm Fajr Ad Dîn Ar Râzi (606 d.H.), el gran Mufassir (exegeta del Corán) y un estudioso prominente de la filosofía (‘Ilm Al Kalâm) y otras disciplinas, y autor de varias obras. Allah le dio tal fama en la sabiduría que la gente, siempre que visitaba alguna ciudad, concurría de todas partes para verlo. Cuando visitó la ciudad de Meru (en Turkmenistán), muchos sabios y estudiantes se acercaron para tener el privilegio de escucharlo y aprender de él. Entre los buscadores de conocimiento que asistieron se encontraba un joven de menos de veinte años que era muy versado en literatura y genealogía. Cuando el Imâm Fajr Ad Dîn se dio cuenta que este estudiante era especialista en genealogía, una ciencia que él conocía poco, le pidió que le enseñara. No encontró inaceptable volverse estudiante de su estudiante, y le hizo incluso sentarse en el lugar del maestro mientras él se sentaba a sus pies. Así era el proceder del Imâm Fajr Ad Dîn Ar Râzi, y esto no disminuyó su elevado rango de ser el Imâm de su época.
Esta extraordinaria historia fue contada por el historiador y literario Iâqût Al Ĥamaui en su libro Mu‘yam Al ‘Udabâ' (Diccionario de autores literarios), donde se encuentra una biografía de ‘Azîz Ad Dîn ‘Ismâ‘îl Ibn Al Ĥasan Aِِِl Maruazi An Nassâbah Al Ĥusaini, con el cual Iâqût se encontró y pasó mucho tiempo, y aprovechó para escribir una biografía de él. En esta biografía él dice:
‘‘Azîz Ad Dîn me dijo: El Imâm Fajr Ad Dîn Ar Râzi fue a Meru. Él tenía una gran reputación, a tal punto que nadie se atrevía a discutir con él y apenas respiraban en su presencia. Yo fui a estudiar con él. Un día me dijo: ¿Podrías escribirme un libro sobre la genealogía de Tâlibiiûn (los descendientes de Abû Tâlib) para que yo pueda estudiarla, porque no quiero seguir siendo un ignorante al respecto? Entonces le pregunté: ¿Lo quieres presentado como un árbol familiar, o escrito como una narrativa? Él dijo: Un árbol familiar no puede ser estudiado de memoria. Yo quiero algo que pueda memorizar. Entonces me marché y escribí el libro, al que llamé Al Fajri. Cuando se lo traje, él lo tomó, luego se levantó de su almohadón, se sentó en la estera, y me dijo que me sentase en su lugar, el cual había dejado vacante. Yo pensé que eso era demasiado, y le dije: Soy tu sirviente. Pero me reprimió severamente diciéndome: Siéntate donde yo te digo. Allah sabe que no tenía otra opción más que sentarme donde me indicó. Luego me empezó a leer el libro, mientras estaba sentado a mis pies, y me preguntaba por algo cuando no entendía, hasta que lo terminó. Cuando finalizó dijo: Ahora siéntate donde quieras, porque en este campo de conocimiento tú eres mi maestro y yo soy tu alumno, y lo correcto es que el estudiante se siente a los pies de su maestro. Así que yo me levanté, y él se sentó en su lugar, y yo empecé a leerle, mientras estaba sentado sobre el almohadón del que se había levantado anteriormente’.
Después de citar esta historia, Iâqût dijo: ‘De hecho éstos son buenos modales, sobre todo para aquellos que tienen un alto rango’.
¡Qué grande era el amor y el respeto que estos sabios le dieron al conocimiento! Lo consideraban muy importante, y la posterior generación debería aprender de la actitud de sus antepasados.
Lo que los musulmanes necesitan saber
La primer cosa que los musulmanes necesitan saber es cómo leer correctamente el Corán (Tayuîd) y entender su significado. Luego deben aprender algo de la ciencia del Ĥadîz, la biografía del Profeta (B y P), y la historia de los Saĥâbah y los Tâbi‘în, que son las más destacadas figuras del Islam. También deben adquirir conocimiento de Fiqh, el necesario para asegurar que su culto y su proceder diario sean correctos, así como deben tener un conocimiento legítimo de los principios básicos de la religión. Éste es el deber del musulmán que no es un especialista en Sharî‘ah.
Si es especialista en una rama de la Sharî‘ah, entonces hace el mayor esfuerzo en aprender su especialidad completamente y tener éxito en la misma. También es importante recordar que todo musulmán necesita aprender debidamente el idioma árabe.
Debe ser competente en su especialidad
Además de esto, el musulmán no descuida su especialidad sino que le presta mucha atención. Como musulmán sabe que es una obligación religiosa trabajar en su campo de especialización, ya sea en la Sharî‘ah o en otra área del conocimiento religioso, o en otros campos como la matemática, física, química, ingeniería, astronomía, medicina, industria, comercio, etc.Por consiguiente, debe ser hábil en el campo en el cual se ha especializado, y no debe ahorrar ningún esfuerzo por leer cualquier escrito sobre el tema, en su propio idioma o en otros si es capaz de hacerlo. Debe desarrollarse en su campo, a través de la lectura incesante y el estudio de todos sus aspectos. Esto es porque, en estos tiempos, el musulmán inteligente es aquel que logra un gran éxito académico que le permite elevar su posición. Además esto le ayuda a reforzar su Da‘uah, mientras sea sincero y haga las cosas seriamente, de acuerdo con el espíritu y las enseñanzas del Islam.
El Islam ha hecho del conocimiento un deber, aquel que lo busca se acerca más a Allah y lo adopta como un medio para ganarse Su complacencia. Así vemos que los sabios de la temprana generación daban énfasis a estos principios sublimes en los prólogos de sus libros, porque a través del conocimiento que ellos divulgaban, buscaban ganarse la complacencia de Allah, y presentaban los resultados de sus estudios puramente por Su causa.
Amplía sus conocimientos generales
El musulmán inteligente no se limita a su propio campo, sino también está abierto al aprendizaje de otras áreas del saber. Por ello lee libros y revistas científicas y culturales, sobre distintas ramas del saber, sobre todo aquellas que se relacionan con su propia especialización. De esta manera, obtiene un pequeño conocimiento sobre muchas cosas que enriquecen su mente y expanden sus horizontes.
Es conocedor de otro idioma
No se olvida de prestarle atención al conocimiento de otro idioma, porque en la actualidad aprender una lengua es una de las tareas más importantes y necesarias para que el musulmán activo entienda las demandas de la vida Islámica contemporánea.
Su religión le da un gran incentivo al musulmán para que aprenda otros idiomas. Hace quince siglos, el Profeta (B y P) estimuló el estudio de idiomas extranjeros para que los musulmanes siempre pudieran comunicarse con las demás naciones y razas, y puedan así transmitirles el verdadero mensaje que Allah les había confiado para que lo proclamaran a lo largo del mundo. Tenemos evidencias de esto en el Ĥadîz narrado por Zaid Ibn Zâbit (R) en el cual expresa que el Profeta (B y P) le dijo:
"¡Oh, Zaid! Aprende la escritura de los judíos, pues juro por Allah que no confío en que los judíos escriban algo para mí". Dijo Zaid: ‘Entonces la aprendí, y sólo me tomó un mes dominarla. Luego yo le escribía al Profeta (B y P) las cartas que él les enviaba a ellos, y le leía las que ellos le enviaban a él’.
En otro relato se narra: El Mensajero de Allah (B y P) me preguntó: "¿Conoces el arameo? Recibo cartas en este idioma". Yo le respondí: No. Él me dijo: "Entonces apréndelo". Y yo lo aprendí.[3]
Por este ello Ibn Az Zubair (R) dominaba varios idiomas, y el aprendizaje de los mismos no lo distrajeron de su religión y de su preparación para la otra vida. Él tenía cien esclavos y cada uno hablaba un idioma diferente, y él le hablaba a cada esclavo en su propia lengua. Cuando él se ocupaba de los asuntos mundanos, parecía ser de los que no pensaban en la otra vida, y cuando se ocupaba de los asuntos de la religión, parecía que no pensaba en esta vida.[4]
Actualmente, más que antes, el musulmán necesita dominar otros idiomas para poder enterarse de lo que está pasando alrededor, lo bueno y lo malo, y poder entender lo que ha sido escrito sobre su Ummah y su cultura en los idiomas diferentes al suyo, y así ser capaz de defenderla ante las mentiras que se le atribuyen.