La Verdadera Musulmana Trabaja Para Apoyar La Religión De Allah
El acto de adoración más importante, que la musulmana puede realizar, es el de esforzarse para establecer el gobierno de Allâh en la tierra y seguir la forma de vida que Él ha prescrito, para que el Islam gobierne la vida del individuo, la familia, la comunidad y la nación.
La musulmana sincera sentirá que su adoración está careciendo de algo, si no se esfuerza en alcanzar el propósito por el cual Allâh , creó a los yinn y a los hombres, es decir, promover la supremacía de la autoridad de Allâh sobre la tierra, siendo la única alternativa, por la cual la humanidad podrá rendir culto a Allâh con sinceridad:
[ Por cierto que he creado a los genios y a los hombres para que Me adoren. ] (Qur’ân 51:56)
Este es el único camino por el cual el verdadero significado de las palabras "La ilaha illâ Allâh" será comprendido e incorporado en nuestras vidas.
Las primeras musulmanas tenían un cabal conocimiento de este significado, que penetró profundamente dentro de sus almas. Ellas no eran menos entusiastas que los hombres cuando llegaba el tiempo del sacrificio y el coraje por la voluntad de Allâh . Algunas de las mujeres de las primeras generaciones de esta Ummah sobrepasaron a muchos de los hombres en este respecto.
Asmâ bint 'Umais, la esposa de Ja'far ibn Abî Tâlib, se apresuró a abrazar el Islâm junto a su esposo en los prematuros días del Islâm, los días de penuria y sufrimiento. Ella emigró junto con él a Abisinia, y corrió los riesgos y privaciones involucradas en la causa de Allâh , para apoyar Su religión. Cuando 'Umar ibn al Jattâb bromeó con ella y le dijo “¡Oh Habashiah (mujer abisinia)! Nosotros te adelantamos en Madînah”. Ella dijo "Ciertamente tú has dicho la verdad. Vosotros estabais con el Mensajero de Allâh , alimentando a los hambrientos y enseñando a los ignorantes, mientras nosotros estabamos lejos en el exilio. ¡Por Allâh !, Iré al Mensajero de Allâh y le contaré esto." De esa manera, fue donde estaba el Profeta y le dijo "¡Oh Mensajero de Allâh! Algunos hombres nos critican y sostienen que nosotros no estamos entre los primeros muhâyirûn". El Mensajero de Allâh dijo, "Pero vosotros tenéis dos emigraciones. Vosotros emigrasteis a Abisinia mientras estabamos retenidos en Makkah, luego emigrasteis hacia mí, tiempo más tarde." [1]
Asmâ bint 'Umays se destacó al establecer la virtud de aquellas mujeres que habían emigrado a Abisinia en los primeros días del Islâm, y además comprendió, a través de las palabras del Profeta , que este distintivo grupo tendría una recompensa equivalente a haber realizado dos hiyrahs. Esto constituyó un gran honor para ellas, pues no vacilaron en apoyar al Profeta , a pesar de que esto significaba dejar atrás a sus familias y a su tierra natal por la causa de Allâh .
Las mujeres musulmanas también estuvieron presentes en el tratado de 'Aqabah, llevado a cabo en secreto, al abrigo de la oscuridad, y el cual jugó un papel tan importante en el respaldo al Profeta . Entre la delegación de los Ansâr, se encontraban dos mujeres de posición y virtud: Nasibah bint Ka'b al Maziniah, y Umm Mâni 'Asmâ bint 'Amr al Sulamiyyah, la madre de Mu'âdh ibn Jabal ; la última estuvo presente con el Profeta en Jaibar donde se desempeñó extremadamente bien.
Cuando el Profeta comenzó su misión, predicando el puro Tauhîd y el abandono de la adoración de los ídolos, los mushrikûn, estaban muy enfadados con él y complotaron forzar su casa a la noche para matarlo. Los conspiradores se mantuvieron en silencio y se comprometieron a guardar en secreto su plan de matar al Profeta entre ellos mismos. Nadie aún intuía que habría un complot, aparte de una musulmana, que sobrepasaba los cien años. Su nombre era Ruqayqah bint Saiifî, y no dejó que la debilidad de su avanzada edad la detuviera para darse prisa en salvar la vida del Profeta. Ella se dirigió a la casa del Profeta y le contó lo que la gente estaba planeando hacer. Así el Profeta, emprendió directamente su hiyrah, dejando su más amada terruño sobre la superficie de la tierra, y dejando a su primo 'Ali durmiendo en su cama a fin de que los conspiradores que merodeaban su casa pensaran que él estaba allí. Esto los mantendría ocupados por un momento de perseguirlo y matarlo en el camino. [2]
¡Qué tremendo servicio hizo esta gran mujer por el Islâm y los musulmanes! ¡Cuán grande era su yihâd para salvar la vida del Mensajero de Allâh en el momento más peligroso que haya enfrentado!
Cuando el Profeta y su compañero abandonaron Makkah, y quedaron fuera del alcance de sus enemigos, en la caverna del monte Zawr, una jovencita les trajo comida, agua y noticias de la gente que estaba esperando por ellos. Su nombre era 'Asmâ bint Abî Bakr al Siddiq .
Esta valiente jovencita solía cubrir una gran distancia entre Makkah y el monte Zawr durante la noche. La dificultad y el aislamiento de este viaje, además de la presencia de enemigos vigilando, no la desanimaron. Sabía que al salvar la vida del Profeta y su compañero, y al ayudarlos a alcanzar su objetivo de llegar a Madînah, ella estaría apoyando la religión de Allâh y trabajaría para hacer Su palabra suprema sobre la tierra. Por tal motivo, tomó a su cargo esta difícil misión diaria, permaneciendo siempre alerta y esforzándose en ocultarse cuando caminaba y escalaba la montaña, hasta haber llevado las provisiones y noticias al Profeta y a su compañero. Luego regresaba hacia Makkah, bajo el amparo de la oscuridad. [3]
Esta misión en la que aún el más fuerte de los hombres podía haber fracasado no fue todo lo que 'Asmâ hizo para respaldar al Profeta y el Islâm. También fue probada severamente, y resultó ser tan sólida como una roca, el día que los mushrikûn la rodearon y le preguntaron acerca de su padre. Ella negó saber nada, y entonces ejercieron una severa presión sobre ella, tan dura fue, que Abu Yahl le asestó un golpe que uno de sus pendientes saltó de su oreja. Pero eso no hizo menguar su resolución o determinación para mantener su secreto escondido. Ella no cedió en su misión de proporcionar víveres y noticias al Profeta y a su compañero, hasta que llegó la hora de abandonar la caverna y dirigirse a Madînah. En esa ocasión Asmâ, ya les había preparado las provisiones suficientes para el viaje, pero cuando verificó el paño con el que estaban envueltos, se dio cuenta de que no tenía nada con que atarlo, aparte de su propio cinturón. Esto se lo comentó a su padre, quien le aconsejó dividir el cinturón en dos partes y utilizar una pieza para amarrar los odres de agua y la otra para amarrar el mantel que envolvía la comida. De este modo, Asmâ llego a ser conocida como Dhat al Nitâqain (la de los dos cinturones). [4]
Esta era la actitud de las primeras musulmanas, apoyando la religión de Allâh y uniéndose a las fuerzas de la da' wah, pues sus corazones estaban llenos de una Fe vigorosa y vibrante. No soportaban permanecer en la tierra del kufr, lejos del centro del Islâm, por eso, emigraron - con sus esposos, si estaban casadas - y su hiyrah, como la de los hombres, era por obediencia a Allâh y en apoyo a Su religión. Su Fe era como la de los hombres e hicieron sacrificios tanto como ellos los hicieron.
Esta profunda Fe, fue la que motivó a Umm Kulzum bint 'Uqbah ibn Abî Mu'it a emigrar a Madînah sola, en la época del tratado de Al Hudaiibiyah, cuando el Profeta prometió devolver a los mushrikûn a todo el que viniera para abrazar el Islâm.
El Profeta mantuvo su promesa y envió a dos hombres de regreso. Cuando Umm Kulzum llegó a Madînah, le dijo al Profeta : "He huido hacia ti con mi religión por tanto, protégeme y no me mandes de vuelta con ellos, porque me castigarán y me torturarán, y yo no tendré ni la paciencia, ni la fortaleza para soportar esto. Soy sólo una mujer, y tú sabes de la debilidad de las mujeres. He visto que ya has enviado a dos hombres de regreso" Entonces el Profeta dijo: "Allâh ha cancelado este tratado con respecto a las mujeres." [5]
Allâh conocía la Fe de Umm Kulzum bint 'Uqbah ibn Abî Mu'ayt, y otras mujeres muhâyir que habían emigrado únicamente por el amor a Allâh , a su Mensajero y al Islâm.
Él reveló el Qur’ân con relación a ellas, cuando fue abolido el tratado entre el Profeta y los mushrikûn, solamente en el caso de las mujeres, y les prohibió que fueran enviadas de vuelta con los mushrikûn, una vez que el Profeta las puso a prueba y se aseguró que no habían emigrado por su esposo ni para obtener riquezas, ni tampoco por algún otro propósito mundanal. Ellas, de verdad, habían emigrado por la causa de Allâh y Su Mensajero:
[¡Oh, creyentes! Cuando mujeres creyentes emigren a vosotros, examinadlas [para que se os evidencie su sinceridad], y [sabed que] Allah bien conoce su fe. Si corroboráis que son creyentes, entonces no las devolváis a los incrédulos. Ellas no son lícitas para ellos ni ellos lo son para ellas.] (Qur’ân 60: 10)
Una de esas mujeres virtuosas, una de las primeras personas que apoyaron al Islâm y al Profeta fue Umm al Fadl bint al Hâriz, Lubanah, la hermana de la esposa del Profeta, Maimunah. Ella fue la segunda mujer en abrazar el Islâm, al convertirse en musulmana después de Jadiyah, que Allâh esté complacido de ella. Ella fue una fuente de gran apoyo y consuelo para el Profeta .
Lubânah era la esposa del tío paterno del Profeta Al 'Abbâs ibn 'Abdul Muttalib, y era diametralmente opuesta a Umm Jamîl bint Harb, la esposa de su otro tío paterno Abu Lahab, a quien el Qur’ân describió como la transportadora de leña, que lleva una soga de fibra alrededor de su cuello (ver Qur’ân 111: 4 -5) debido a su determinación por hacer daño al Profeta , mientras Lubânah era la que primera acudía a su respaldo y hacía sacrificios para apoyar a su religión, durante los días de prueba más difíciles, que los primeros musulmanes debieron afrontar.
Tanto Lubânah, como su esposo Al Abbas, y sus hijos solían ocultar su Islâm, obedeciendo la prescripción del Profeta, y conforme a un plan bien pensado.
Así, fueron capaces de aprender los secretos de los mushrikûn y de pasárselos al Mensajero de Allâh . Cuando fue librada la batalla de Badr entre los musulmanes y los mushrikûn, y llegaron noticias de la derrota de los Quraysh, Umm Fadl instó a sus hijos y a su esclavo liberto Abu Rafi' a ocultar su alegría por esta derrota, pues temía que los mushrikûn, especialmente Abu Lahab lleno de odio hacia Muhammad , sus compañeros y su mensaje, les causarán algún daño.
Pero su esclavo liberto Abu Rafi' no se mantuvo a salvo de la ira de Abu Lahab, cuando expresó su alegría por la victoria de los musulmanes. En ese momento, Abu Lahab se encontraba enfurecido y desahogó su furia sobre el pobre hombre, golpeándolo en presencia de Umm Fadl. A esa altura, Umm Fadl se tornó una feroz leona, y lo atacó gritando "¡Tú te lo llevaste cuando su amo se encontraba ausente!" A continuación lo golpeó con uno de los pilares de madera de la casa, y le asestó un golpe fatal a la cabeza. Abu Lahab no vivió más de siete días después del accidente.
Umm Fadl también soportó la separación de su esposo Al 'Abbâs con paciencia, por Allâh , y en apoyo a su religión, cuando el Profeta impartió la orden de que Al 'Abbâs debía permanecer en Makkah y ella tenía que emigrar a Madînah. Su separación fue prolongada y difícil, pero Umm Fadl la soportó con paciencia, esperando la recompensa y pidiendo ayuda a Allâh a través de la oración y el ayuno, esperando que su amado marido terminara lo que tenía que hacer en Makkah y regresará a Madînah. La única cosa que la ayudó a aliviar el dolor de la separación fue ver a su hijo mayor, 'Abdullâh, en compañía del Profeta diariamente, y bebiendo profundamente del puro manantial del Islâm. Nunca hubiera imaginado que la historia le estaba preparando su entrada por la puerta más amplia, pues ella habría de ser la gran madre de una gran eminencia, en cuanto a la enseñanza islámica y la interpretación del Qur’ân: 'Abdullâh ibn al 'Abbâs .
Otra de las primeras musulmanas a quien le importaron muy poco los sufrimientos y torturas por la causa del Islâm, fue Sumaiiah, la madre de 'Ammar ibn Yâsir. Cuando el calor del mediodía estaba en su punto más intenso, y las arenas del desierto estaban hirviendo, Los Banû Makhzûm la llevaron arrastrando junto a su hijo y su esposo a un área descubierta, donde les derramaron arena candente, les colocaron escudos calientes, y colocaron piedras pesadas sobre ellos, hasta que su hijo y su esposo buscaron protegerse de esta espantosa tortura, diciendo algunas palabras para conformar a los mushrikûn, aunque odiaran hacerlo. En lo relativo a ellos y otras situaciones similares, Allâh reveló la siguiente Aleya:
[ Quienes renieguen de la fe en Allah por haber sido forzados a ello, permaneciendo sus corazones tranquilos [y firmes] en la fe [no serán castigado]…] (Qur’ân 16: 106)
No obstante, Summaiiah permaneció inalterable y paciente, y rehusó a decir lo que los mushrikûn querían oír. Por ello, el vil Abu Yahl la atravesó con una lanza, matándola, y así tuvo el honor de ser registrada como la primera martir del Islâm.
La historia del Islâm está llena de estas mujeres ejemplares que soportaron aún peores torturas, por la causa del Islâm. Sin embargo, este sufrimiento, no debilitó su resolución, ni tampoco agotó su paciencia. Más bien, ellas aceptaron voluntariamente todo lo que les sobrevenía con la esperanza de la retribución de Allâh . Ellas jamás dijeron algo que pudiera socavar su religión, y tampoco se humillaron implorando misericordia. Los historiadores registran que muchos de los hombres oprimidos - aparte de Bilâl, que Allâh tenga misericordia de él - fueron forzados a decir algo que agradara a sus opresores a fin de salvar sus vidas, pero no se registra ni un solo caso de mujeres oprimidas de manera similar que hayan cedido alguna vez.
Estas brillantes musulmanas acogieron la opresión sufrida por la causa de Allâh e hicieron de Su palabra algo supremo sobre la tierra. Ellas nunca dejaron de predicar la palabra del Islâm, sin importar que pruebas y sufrimientos aparecieran en su camino.
La historia de Umm Sharîk al Qurashiyyah al 'Amiriyya. Ibn 'Abbâs, nos brinda un testimonio presencial de la profundidad de Fe de las mujeres y de cómo se precipitaban a consagrarse a la causa de Allâh resistiendo pacientemente las pruebas que esto acarreaba.
Ibn 'Abbâs dijo:
"Umm Sharîk comenzó a reflexionar acerca del Islâm mientras se encontraba en Makkah. Posteriormente abrazó el Islâm, y empezó a juntarse con las mujeres de los Quraysah en secreto, invitándolas al Islâm, hasta que este hecho llego a ser conocido por la gente de Makkah. Entonces la capturaron y le dijeron: 'Si no fuera por tu gente, te habríamos hecho lo que querríamos hacerte, pero te enviaremos de vuelta a ellos’. Ella dijo: ¡Entonces me sentaron sobre un camello sin montura o cojín alguno, y me dejaron tres días sin darme nada de comer o de beber. Después de tres días comencé a perder la consciencia. Cuando detenían su marcha, me dejaban a exposición del sol, mientras ellos buscaban la sombra, y me apartaban de la comida y la bebida, hasta que reanudaban su viaje...’"
Esto no fue todo lo que las mujeres musulmanas hicieron en apoyo del Islâm. Ellas también participaron en expediciones militares con el Profeta y sus compañeros, cuando las fuerzas del îmâm y las del kufr se encontraron en conflictos armados, y llevaron a cabo importantes deberes, como la preparación de odres, para llevar agua a los combatientes, la atención de los heridos, y el transporte de los muertos fuera del campo de batalla.
En los momentos más críticos, nunca se acobardaron y tomaron las armas entrando en combate junto al Profeta y sus compañeros.
Bujâri y Muslim narraron en numerosos Hadîces, el valor de las musulmanas durante aquella época dorada, cuando los corazones estaban llenos de vibrante Fe, un profundo amor por Allâh y Su Mensajero, y el deseo de hacer al Islâm victorioso.
Uno de estos relatos es el testimonio brindado por el Imâm Muslim de Umm 'Atiyyah al Ansâriyyah, quien dijo:
"Participé en siete campañas militares con el Mensajero de Allâh . Yo permanecía detrás del campo de batalla, haciendo comida para ellos y atendiendo a los enfermos y heridos".[6]
Anas ibn Mâlik dijo:
"El Mensajero de Allâh , acostumbraba salir a las campañas militares acompañado de Umm Sulaym y algunas mujeres de los Ansâr. Ellas llevaban agua y atendían a los heridos".[7]
El Imâm Bujâri relató que Al Rubî' bint Mu'auuadh dijo.
"Estabamos junto al Profeta , llevando agua, atendiendo a los heridos, y llevando a los muertos de regreso a Madînah." [8]
Bujâri y Muslim relataron que Anas dijo:
"El día de Uhud, cuando alguna gente huyó del Profeta, Abû Talhah permaneció junto a él, defendiéndolo con un escudo. Abû Talhah era un arquero altamente experimentado, y en aquel día rompió dos o tres arcos. Cuando un hombre pasaba cerca llevando una aljaba llena de flechas se le decía: 'Dáselo a Abûû Talhah.' Cuando el Profeta de Allâh levantó su cabeza para observar lo que estaba sucediendo, Abû Talhah le dijo, '¡Oh Profeta de Allâh! ¡Que mi padre y mi madre sean sacrificados por ti! No levantes tu cabeza, a menos que una flecha te atraviese ¡Que golpee mi pecho antes que el tuyo!’ Vi a Âishah bint Abû Bakr y a Umm Sulaym y ambas arremangaron sus vestidos de tal manera que fueran visibles sus brazaletes. Ellas llevaban sobre sus espaldas odres con agua y vertían agua en las bocas de la gente. Luego volvían para llenar nuevamente los odres y volvían a verter agua en las bocas de la gente. En determinados momentos, la espada de Abû Talha cayó dos o tres veces de su mano a causa de su gran fatiga." [9]
¡Qué nobles actos hicieron estas dos mujeres para aplacar la sed de los Muyâhidîn! En el medio de una batalla encarnizada y bajo el intenso calor del clima del Hiyâz!. Ellas se trasladaban de un lado al otro del campo de batalla sin reparar en la caída de flechas y el entrechoque de espadas que las circundaban.
Por esta razón, el Jalîfah bien guiado 'Umar ibn al Jattâb prefirió a Umm Salît en vez de a su propia esposa Umm Kalzûm bint 'Ali, cuando distribuyó algunas vestimentas entre las mujeres de Madînah. Debido a que ella había cosido varios odres de agua, el día de la batalla de Uhud, y esto jugó un importante rol en ayudar a los Muyâhidîn a renovar su energía. Bujâri relató de Za'labah ibn Abî Mâlik lo siguiente:
"Umar ibn al Jattâb distribuyó algunas vestimentas entre las mujeres de Madînah. Pero había una buena vestimenta dejada a un lado, y entonces algunas personas que estaban con él dijeron, '¡Oh Amir al Muk'minîn! Dale esto a tu esposa, la nieta del Mensajero de Allâh', es decir, Umm Kalzûm bint 'Ali. 'Umar dijo entonces, 'Umm Salît tiene más derecho a esto.' Umm Salît fue una de las mujeres Ansâr, que prometieron su fidelidad al Profeta . 'Umar luego dijo, 'Ella nos transportó los odres de agua el día de Uhud." [10]
En Uhud, la mejilla del Profeta, y su labio superior fueron heridos y sus dientes fueron quebrados. Su hija Fâtimah, que Allâh esté complacido con ella lavó sus heridas mientras 'Ali le vertía agua. Cuando Fâtimah vio que el agua sólo volvía peor la hemorragia, tomó una pieza de esterilla, la quemó, y la aplicó a la herida para detener la hemorragia." [11]
Entre las mujeres que permanecieron firmes en los momentos más intensos de la batalla de Uhud estaba Safiyyah bint 'Abdul Muttalib, la tía (paterna) del Profeta . Ella estaba con una lanza en sus manos, golpeando los rostros de las gentes, y diciendo, "¿Estáis escapando del Mensajero de Allâh?." Cuando el Profeta la vio, hizo un gesto a su hijo Al Zubayr ibn al 'Awwâm para que la trajera de vuelta, con el propósito de que no viera lo que le había sucedido a su hermano Hamza . En ese momento, ella dijo, "¿Por qué? Oí que mi hermano había sido mutilado, pero eso no es nada en comparación con la causa de Allâh . Aceptamos lo que nos sucede, y esperaré por la recompensa siendo paciente, In Shâ' Allâh."
Safiyyah también estuvo presente en la batalla de Al Jandaq (la trinchera). Cuando el Profeta abandonó Madînah para luchar contra sus enemigos. En esa ocasión, él puso a sus esposas y a las mujeres de su pueblo en la fortaleza del poeta Hassân ibn Zâbit, la más segura de Madînah. Pero un judío se acercó y comenzó a merodear alrededor de la fortaleza, entonces Saffiyah dijo, "Hassân, este judío está merodeando cerca de la fortaleza, y ¡Por Allâh ! Temo que vaya y le cuente a los otros judíos donde estamos ubicados. El Mensajero de Allâh y sus compañeros están demasiado ocupados para venir a ayudarnos, así que, desciende y mátalo." Hassân dijo, "¡Que Allâh te perdoné, hija de 'Abdul Muttalib! ¡Por Allâh! Tú sabes que yo no soy así." Cuando Safiyyah escuchó esto, se levantó, tomó un madero y descendió ella misma de la fortaleza. Luego golpeó al judío con un madero matándolo, y cuando regresó a la fortaleza dijo, "Hassân baja por allí y despójalo de sus armas y de su coraza; pues lo único que me impide hacerlo a mí, es que es un hombre." Hassân le contestó, "No tengo necesidad de este botín, hija de Abdul Muttalib." Safiyah también estuvo presente en la batalla de Jaybar."
Una de las mujeres más distinguidas que tomaron parte en la batalla de Uhud, si no fue la más sobresaliente entre ellas, era Nasîbah bint Ka'b al Maziniyyah, que Allâh esté complacido con ella. Al comienzo de la batalla, ella estaba llevando agua y atendiendo a los enfermos, como lo hacían las otras mujeres. Pero cuando la batalla se puso a favor de los musulmanes, los arqueros desobedecieron la orden del Profeta , y esto convirtió una posible victoria en una derrota, como lo describió el Qur’ân:
[Acordaos cuando subíais (huyendo) sin reparar en nadie y el Mensajero os llamaba por detrás de vosotros (pero no le obedecisteis).] (Qur’ân 3: 153)
En ese instante Nasîbah salió al encuentro con su espada desenvainada, y su arco en la otra mano para unirse al pequeño grupo que permaneció firme junto al Profeta , actuando como un escudo humano, para protegerlo de las flechas de los mushrikûn. Cada vez que se precipitaba el peligro sobre el Profeta , ella se adelantaba para protegerlo. El Mensajero de Allâh se dio cuenta de esto y más tarde dijo: "Cuando me volvía hacia mi izquierda o hacia mi derecha, la veía luchando por mí."
Su hijo 'Umârah también describió lo sucedido en aquel tremendo día: "Ese día, fui herido en mi mano izquierda, pues un hombre que parecía tan alto como una palmera, me golpeó, luego se marchó y no me persiguió para finiquitarme. Mi sangre comenzó a brotar copiosamente, por eso, el Mensajero de Allâh me dijo, 'Venda tu herida.' En ese instante, mi madre vino hacia mí portando un manto en su cintura, que había traído para envolver las heridas. Ella vendó mi herida, mientras el Profeta estaba mirando, entonces ella me dijo, 'Levántate hijo mío y combate.' El Profeta dijo, '¿Quien podría aguantar lo que estás soportando Umm Umarah?' Y mi madre dijo, 'El hombre que golpeó a mi hijo lo consiguió.' Entonces, el Mensajero de Allâh señaló a un hombre y dijo, 'Ese es quien que golpeó a tu hijo.' De ese modo, lo interceptó, lo golpeó en el muslo y él se derrumbó. En ese momento, vi al Mensajero de Allâh sonreír tan ampliamente, que pude ver todos sus dientes. Él me dijo después, '¡Has tomado tu venganza Umm Umarah!. Luego nosotros lo golpeamos con nuestras armas hasta matarlo, y el Profeta dijo, ' Alabado sea Allâh que te otorgo una victoria sobre él y te dio la satisfacción de vengarte sobre tu enemigo. Y te dejo ver la venganza por ti mismo.'”
Ese día, Nasîbah misma, recibió varias heridas, mientras estaba combatiendo con la gente, y golpeaba sus pechos. El Profeta la vio, y llamó a su hijo de la siguiente manera: "¡Tu madre! ¡Tu madre! Vé a ver sus heridas ¡Que Allâh te bendiga a ti y a tu familia! Tu madre ha luchado mejor que fulano". Cuando su madre escuchó, lo que el Profeta había dicho, dijo, "Ora a Allâh para que podamos acompañarte en el Paraíso." El Profeta dijo, "¡Oh Allâh , hazlos mis compañeros en el Paraíso!." Ella luego dijo, "No me inquieta lo que me suceda en este mundo."[12]
La participación de Nasîbah en combates no se limitó a la batalla de Uhud. Ella también participó en diversas ocasiones, a saber, en los tratados de 'Aqâbah, Al Hudaybiyah, Jaybar y de Hunayn. Su conducta heroica en Hunayn no fue menos destacable que su conducta heroica en Uhud. En la época del Jalîfah Abû Bakr, ella estuvo presente en Al Yamânah donde luchó brillantemente, y recibió once heridas, y perdió una mano.
No constituye sorpresa alguna que el Profeta le diera las buenas nuevas de que entraría al Paraíso, y que después fuera considerada en alta estima por el Jalîfah Abû Bakr y su comandante Jâlid ibn al Walîd , y posteriormente por 'Umar ibn al Jattâb . [13]
Durante esta época dorada de la historia de las mujeres musulmanas hubo otra mujer que no fue menos meritoria que Nasîbah bint Ka'b: Umm Sulaym bint Milham. Al igual que Umm 'Umârah, 'Âishah, Fâtimah, y otras mujeres, ella también llevó agua y asistió a los heridos, pero en este espacio contaremos otra historia diferente. Cuando los musulmanes se estaban preparando para salir junto al Profeta a la conquista de Makkah, su marido Abû Talhah estaba entre ellos. Umm Sulaym estaba en la última etapa de su embarazo, pero eso no le impidió el querer acompañar a su esposo Abû Talhah y ganar junto a él la recompensa del yihâd por la causa de Allâh . A ella no le importaron las penurias y dificultades que surgieran durante el viaje. Su esposo se entristeció por ella, pues no quería exponerla a todo aquello, pero no tuvo más elección que pedir el permiso del Profeta. El Profeta le concedió el permiso y Umm Sulaym estuvo encantada de acompañar a su amado esposo y presenciar la conquista de Makkah junto a él. En aquel gran día en que los montes de Makkah se hicieron eco de los gritos de los creyentes y de los muyâhidin: "No hay otro dios sino Allâh." Él ha cumplido con su promesa, garantizando la victoria a Su siervo, y Él solo ha derrotado a los confederados. No existe nada antes de Él ni después de Él. Y nosotros nos mantenemos fieles a Su religión, aunque los incrédulos aborrezcan esto." Este fue el día, en que los bastiones de la idolatría y del shirk sucumbieron para siempre, en la península arábiga, y los ídolos fueron derribados por el Profeta , como se declaró en el Qur’ân:
[Ha triunfado la verdad y se ha disipado lo falso, pues lo falso siempre se desvanece.] (Qur’ân 17: 81)
Estos acontecimientos llenaron el alma de Umm Sulaym con Fe, e incrementaron su coraje y su deseo de esforzarse por la causa de Allâh . Solamente unos pocos días después, llegó la batalla de Hunayn, una prueba tan severa para los musulmanes.
Algunas de las gentes huyeron de la batalla, sin importarles nada. El Profeta permaneció al lado derecho diciendo, "¿Dónde estáis yendo, gente? ¡Venid a mí! Yo soy el Mensajero de Allâh, Soy Muhammad ibn 'Abdullâh." Sin embargo, nadie permaneció a su lado a excepción de un grupo de Muhâyirûn y Ansâr, y algunos miembros de su familia. Y entre este grupo, se encontraban Umm Sulaym y su marido. Cierta vez, el Mensajero de Allâh vio a Umm Sulaym estaba embarazada de 'Abdullâh ibn Abî Talhah, no obstante intentaba controlar el camello de su marido, pues temía que se escapará de ella, entonces sujetó su cabeza hacia ella y se apoderó del anillo de su nariz. El Mensajero de Allâh en tanto, la llamó diciendo "¡Umm Sulaym!" Y ella respondió, "Sí, ¡que mi padre y mi madre sean sacrificados por ti, Mensajero de Allâh !"
Un relato del Sahîh Muslim manifiesta:
"El día de Hunayn, Umm Sulaym, agarró una daga y se la guardó. Abû Talhah la vio y dijo: 'Mensajero de Allâh, Umm Sulaym tiene una daga.' Entonces, el Mensajero de Allâh le preguntó a ella, '¿Para que es esa daga?’. Ella contestó, 'Yo la tomé por si se acercara alguno de los mushrikûn, pues abriré su vientre con ella’. El Mensajero de Allâh se echó a reír. Entonces ella dijo 'Enviado de Allâh , mata a todos los fullaqah,[14] que han huido y te han abandonado’. El Mensajero de Allâh dijo: 'Allâh es suficiente para nosotros y Él nos ha tomado bajo su custodia’”. [15]
Umm Sulaym, se mantuvo firme junto al Profeta, cuando la batalla se intensificó y aún los hombres más valientes fueron puestos a prueba. Ella no pudo ni tolerar ver a los que huían, abandonando al Profeta, entonces le dijo: "Mata a aquellos que huyen y te abandonan…” No constituyó sorpresa alguna que El Mensajero de Allâh le diera las buenas nuevas de que ella entraría en el Paraíso. En un Hadîz registrado por Bujâri, Muslim y otros de Yabir ibn 'Abdullâh , él le dijo a ella: "Me he visto en el Paraíso y de pronto vi a Al Rumaysâ, [16] bint Milhân la esposa de Abû Talhah..." [17]
El Mensajero de Allâh acostumbraba visitar a Umm Sulaym y a su hermana Umm Harâm bint Milhân. Así como daba buenas nuevas a Umm Sulaym de que entraría al paraíso, de la misma forma anunciaba a Umm Harâm de que ella montaría las olas del mar con aquellos que salieron a luchar por la causa de Allâh . Bujâri relató de Anas ibn Mâlik quien dijo:
"El Mensajero de Allâh visitó a la hija de Milhân y descansó allí por un rato. Luego él sonrió y ella le preguntó: ‘¿Por qué estás sonriendo, Mensajero de Allâh?' Dijo él, 'Alguna de la gente de mi Ummah cruzará el mar verde por la causa de Allâh , y se asemejarán a los reyes sobre tronos.' Ella dijo, '¡Oh Mensajero de Allâh! Ora a Allâh para que sea una de ellas'. Él le respondió: 'Allâh te ha hecho una de ellas.' Luego sonrió nuevamente y ella le preguntó de nuevo por qué estaba sonriendo. Él dio una respuesta similar, y ella dijo, 'Ora a Allâh para que sea una de ellas,' Él le dijo, 'Tú serás una de las primeras, no una de las últimas’”.
Las palabras del Profeta se volvieron realidad, tal como Anas lo relató: "Ella se casó con 'Ubâdah ibn al Sâmit, y salió a la yihâd junto a él. Más tarde, viajó por el mar con la hija de Qarazah. [18] Cuando regresó, el animal en que montaba la tiró y ella se cayó, muriendo al poco tiempo." [19]
Su tumba, en Chipre, permanece hasta el día de hoy, como un monumento recordatorio para las mujeres musulmanas que lucharon en la yihâd por la causa de Allâh . Y cuando la gente visita esta tumba exclama: "Esta es la tumba de una mujer justa ¡Que Allâh tenga misericordia de ella!" [20]
Otra de las mujeres que tomaron parte en campañas militares y en la yihâd junto al Profeta ayudando a defender al Islâm, fue Umm Ayman, la enfermera del Profeta . Ella estuvo presente en Uhud, Jaybar, Mûtah y Hunayn, donde trabajó denodadamente atendiendo a los heridos y llevando agua a los sedientos. [21]
La madre de Sa'd ibn Mu'âdh , Kabsah bint Rafî, también participó en las batallas. Por ejemplo, durante la campaña de Uhud llegó corriendo hacia el Profeta , quien estaba sobre su caballo, mientras Sa'd ibn Mu'âdh sostenía las riendas. Sa'd dijo, "¡Oh Mensajero de Allâh! Ésta es mi madre." El Profeta dijo: "Ella es muy bienvenida". Él, entonces, se detuvo por ella, mientras se acercaba, y le ofreció sus condolencias por la muerte de su hijo 'Amr ibn Mu'adh, y además le habló sobre las buenas nuevas de los mártires en el Paraíso, y rezó por ellos. [22]
Entre estas grandes mujeres se encontraban Al Furay'ah bint Mâlik, y Umm Hishâm bint Harizah ibn al Nu'mân . Ellas estuvieron entre quienes prestaron juramento de fidelidad al Profeta debajo del árbol de Hudaybiyah. Éste fue el Bay'at al Riduân que el Profeta convocó cuando los mushrikûn impidieron a los creyentes la entrada a Makkah. El Profeta había enviado a 'Uzmân ibn Affân ante los Quraysh, y éstos lo detuvieron por tanto tiempo que los musulmanes pensaron que habían traicionado su confianza y lo habían matado. Allâh honró a Su Mensajero y a quienes estuvieron presentes en esta bendita ocasión, y Él los agració con Su complacencia, pero varios murieron antes de poder alcanzarla. Y todas las demás esperanzas y aspiraciones se tornaron insignificantes. En esta ocasión, Allâh reveló unas Aleyas del Qur’ân, que serán recitadas hasta que el cielo y la tierra desaparezcan:
[Por cierto que Allah se complació con los creyentes, cuando te juraron fidelidad bajo el árbol; y sabiendo la fe que había en sus corazones hizo descender el sosiego sobre ellos y los recompensó con una victoria cercana [la conquista de Jaibar]] (Qur’ân 48: 18)
Umm al Mundhir Salma bint Qays estuvo presente en Bay'at al Riduân, y previamente había estado presente en Bay'ah al Mu'minât, por eso fue conocida como Mubaya'at al Bay'atayn (la que dio dos juramentos de fidelidad). Cuando el Profeta y sus compañeros fueron a sitiar a los Banû Qurayzah, esta gran Sahâbiyah salió junto a ellos, y se ganó la recompensa de la yihâd por Allâh .
Asmâ bint Yazîd ibn al Sakan al Ansâriiah tomó parte en la batalla de Al Jandaq junto al Profeta. Ella también estuvo presente en Al Hudaybiiah, en Bay'at al Riduân, y en la batalla de Jaybar. Luego continuó sus meritorios esfuerzos por la causa del Islâm hasta la muerte del Profeta, quien murió complacido con ella.
Después de su muerte jamás dejó de trabajar para apoyar al Islâm. En el año 13 de la Hiyrah viajó a Siria y estuvo presente en la batalla de Yarmuk, donde llevó agua a los sedientos, atendió a los heridos y alentó a los luchadores a permanecer firmes. Yarmuk es una de las más famosas batallas, en que las mujeres musulmanas tomaron parte al lado de los guerreros. El ejército musulmán estaba siendo probado severamente, y algunos de sus combatientes se retiraron. Las mujeres muyâhidîn pelearon en una maniobra de retaguardia, corriendo detrás de los que huían con piezas de madera y piedras, para exhortarles a regresar y a permanecer firmes en sus puestos. Ibn Kaziir advirtió el coraje de las mujeres musulmanas y el importante papel que desempeñaron en esta batalla:
"Las musulmanas lucharon ese día, y mataron a un gran número de romanos (bizantinos). Ellas golpeaban a los musulmanes que escapaban, y les decían ‘¿Dónde vais para abandonarnos a merced de estos infieles?’ Cuando les reprendían de esta manera, ellos no tenían otra alternativa que volver a la lucha".[23]
La postura y el estímulo de las musulmanas desempeñó un papel principal al hacer que los muyâhidîn permanecieran firmes hasta que Allâh decretó que salieran victoriosos frente los romanos.
En ese asombroso día Asmâ bint Yazîd se comportó de manera excepcional y manifestó una clase de coraje desconocido hasta ese momento entre muchos de los hombres. Ella salió a la línea de combate y derribó a un cierto número de mushrikûn. Ibn Hiyr también señaló su bravura al narrar:
"Umm Salâmah al Ansâriyyah, es decir, Asmâ bint Yazîd ibn Sakan, estuvo presente en Yarmuk. Ese día ella mató a nueve bizantinos con un mástil de tienda. Ella murió unos instantes después de haber realizado esto".[24]
Esta gran heroína pasó el resto de su vida en Siria, donde tuvo lugar la batalla de Yarmuk, ya que se fue junto con los otros Sahâbah que fueron a Siria. Ella vivió hasta la época de Yazîd ibn Mu' awiyah y cuando falleció fue enterrada en el cementerio de Al Bâb al Sâghîr. Su tumba aún está allí, guardando un testimonio orgulloso de la yihâd de las mujeres musulmanas por la causa de Allâh . [25]
Estas páginas doradas de la historia de las mujeres musulmanas fueron escritas por aquellas mismas mujeres virtuosas, gracias a la profundidad de su Fe y la integridad de su comprensión, en la misión de la musulmana en esta vida, y su deber para con su Rabb (Señor)y su religión. Lo que he citado, representa solamente una pequeña parte de un vasto y noble registro de excepcional sacrificio, digna determinación, talentos únicos y una profunda Fe. Sin lugar a dudas las musulmanas, hoy en día, encuentran en estas narraciones, un ejemplo digno a seguir en la medida en que busquen formar su propio carácter e identidad islámica moderna.