MUHAMMAD EL PROFETA: Propósito De Matar
No es de sabios enfrentar al huracán. El beduino lo sabe; cuando el "siroco" sopla con furia hay que desmantelar la tienda; echarse al suelo, cubrirse totalmente y... dejar que pase. Esa es la ley del desierto: paso libre a la tempestad que, aunque de efectos demoledores, es de poca duración.
Aunque conviene aclararlo: las tempestades humanas tienen consecuencias más dañinas y son más pertinaces, más prolongadas.
La colina de Safa tiene una atracción especial para el Profeta, ya que cumple funciones muy variadas:
—Es acopio de aguas; frontera de vientos; lugar de pastos, aunque en muy poca cantidad y del tipo estepario.
—En sus cuevas meditan los anacoretas.
—En sus laderas predican los apóstoles. .
—Es un amplio ventanal que mira a la Kaaba por su lado norte, donde se encuentra la hornacina, con la venerada piedra de Abraham.
En la colina vive Arqam; un musulmán activo y piadoso, que ofrece su casa a la comunidad islámica como Centro de reuniones y lugar de culto.
La residencia tiene una ubicación estratégica: al borde de una gran roca saliente; en plena colina. Es un magnífico observatorio. Una defensa natural contra posibles emboscadas.
Durante el culto hay, en una especie de almena, en el techo de la morada, un centinela. En épocas de turbulencia es peligroso bajar la guardia.
El árabe no teme a la muerte; pero no busca el peligro ni se expone a riesgos inútiles.
El Profeta no quiere que sus seguidores sufran la insensata furia de los kuraichitas.
Es un hombre de paz. No ama la violencia. Odia los enfrentamientos: las luchas. En la colina los musulmanes estarán más a salvo. En estos lugares alabar, servir y amar a Dios resulta más fácil. El camino que conduce al paraíso cruza siempre por las montañas.
Mientras, en La Meca se prepara una tempestad humana, de consecuencias inesperadas.
Umar ben Al Jatab, sobrino de Abü Jahl, quiere vengar el castigo sangriento que recibió Su tío de parte de Hamza, en su sobrino Muhammad ibn Abdal-Lah.
Umar es joven, fuerte: una montaña humana. Violento, y cuando le invade la ira es una máquina infernal, capaz de matar. Y en esta oportunidad ése es el deseo que le anima. Ha prometido públicamente que matará "al falso profeta", sin importarle las consecuencias futuras: las rencillas tribales; el precio de la sangre.
En pleno día, Umar, armado hasta los dientes, se pone en camino anunciando desaforadamente que va a matar a Muhammad ibn Abdal-Lah. Su figura y sus palabras abren paso al terror. Nadie se atreve a contradecirle ni a detenerle.
En su ruta hacia la colina se encuentra con un amigo suyo, Nuaim ibn Abdal-Lah An Naham, quien al verle armado y furioso le pregunta a dónde se encamina y contra quién va a luchar. Le responde Umar:
"Voy a Dar Al Arqam, donde se esconde Muhammad ibn Abdal-Lah, el réprobo que insulta a nuestros dióses, a nuestros antepasados y que predica mil mentiras y estupideces, con el afán de arruinar a nuestra ciudad".
Nuaim le responde: "Si Muhammad te molesta por lo que dice de los dioses de la Kaaba y por lo que predica ¿por qué no empiezas a matar a tu propia familia?"
"¿ Qué quieres decir con eso ?", vocifera Umar.
"Que tu hermana Fátima y su marido, Said ibn Zaid son musulmanes".
"Esta mentira puede costarte la vida", grita Umar.
"Les he visto rezar y por cierto que ha devoción:
¡Lástima que yo aún no sea musulmán de manera que tienen de alabar a su Dios es muy edifica de Nuaim.
Umar se encamina a casa de sus parientes. Les sorprende arrodillados. Se lanza contra Said; quiere matarlo con sus propias manos, sin necesidad de armas. Le golpea brutalmente. Repuesta de la sorpresa, Fátima se abalanza contra su propio hermano, con el instinto de proteger a su marido, gritándole:
"¿ Te has vuelto loco? ¿Por qué le atacas con tanta rabia?"
"Porque es un musulmán", ruge Umar.
"Entonces golpéame a mí, pues yo soy musulmana".
Y Fátima recita los siguientes versículos; sin interrumpirlos pese a los golpes de su hermano:
En verdad que Yo soy Dios.
Y no hay otro Dios excepto Yo. Adórame. En la oración sé constante. Para recordarme. |
En verdad que la hora se acerca,
- y ahora lo estoy revelando— en que cada alma recibirá la recompensa por sus obras. Aquél que no crea y que sigue sus pasiones, no te consiga a tí: apártate, pues entonces tu perdición es segura. |
(Comn, 20,14-17. Sura Ta Ha: Vers. Ta Ha *)
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"Umar golpea con furia. Said y su esposa siguen alabando a Dios en medio de un baño de sangre. La rabia de Umar no tapona sus oídos y las palabras de Dios llegan a su cerebro. No quiere oírlas y grita:
"¡Callad y morid en silencio!"
"Nunca dejaremos de alabar a Dios", dice Fátima, y continúa recitando:
Quien se aparte del recuerdo (Preceptos Divinos)
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del Misericordioso, le daremos a
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Satán por compañero inseparable
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y le apartará del buen camino,
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aunque ellos piensen que están bien orientados.
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Said continúa recitando:
Hasta el momento que lleguen delante
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de Dios. Entonces dirán:
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¡Ojalá pudiese haber entre mí y Satán
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la distancia que hay entre dos orientes,
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ya que tan mal compañero es!
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Umar está confundido: perplejo. Sabe luchar contra enemigos, que pelean e insultan. Estos no se defienden y hablan unas palabras que, aunque no comprende bien, le llenan de inquietud.
Tampoco le gusta ver a su hermana llena de sangre y de golpes, que él ha causado. Se detiene y les pregunta:
"¿ Por qué sois musulmanes?"
Le responde Said:
"Porque sólo en Dios Único encontramos respuesta a todas nuestras preguntas; esperanzas en nuestros afanes y justicia en nuestras obras.
"Es el Creador del Universo, Señor de todos los seres. Ha dotado a los hombres de inteligencia, en un cuerpo perecedero que alberga un alma inmortal. Alma que conduce y guía por el recto camino hacia el paraíso eterno, con la única condición que cumplamos sus preceptos y nos sometamos a su Divina Providencia".
Umar se encuentra exhausto. Nunca le fatigó atravesar el desierto; tampoco la desigual lucha; pero las palabras oídas tienen una carga sorprendente. Su propósito de matar se ha desvanecido. Ahora quiere conversar: aprender.
Un rayito de luz entra en la densa oscuridad.
Escucha con verdadera avidez. Un mundo nuevo, desconocido, lleno de amor y esperanza, se abre a sus ojos.
De nuevo se encamina al encuentro de Muhammad ibn Abdal-Lah sin armas; con distintos propósitos; más fraternos y comunitarios: quiere instruirse en el Islam.
El Profeta le recibe, en la puerta de Dar al Arqam, con los brazos abiertos y las rituales palabras: la paz sea contigo (As Salam 'alaika).
La catequesis con Umar ha sido rápida, profunda y definitiva. De asesino en potencia, y por la voluntad de Dios, se convierte en fogoso paladín del Islam, después de escuchar las convincentes y hermosas palabras del Profeta.
Así lo comunica a su tío Abu Jahl y a cuantos kuraichitas quieren oírle. Y añade:
"Muhammad ibn Abdal-Lah, la paz sea con él, está bajo mi protección y defensa y no permitiré que nadie le ataque y moleste".