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El Verdadero Musulmán Es Generoso Y Prefiere A Sus Hermanos Por Sobre Sí Mismo

El verdadero musulmán es generoso, y gasta libremente en sus hermanos y amigos. Naturalmente sus hermanos y amigos deben ser creyentes piadosos, como el Profeta (B y P) dijo: 

"No tomes por amigo sino a un creyente, y sólo permite que una persona virtuosa coma de tu comida".[1] 

El verdadero musulmán entiende donde y cuando debe ser generoso, y por qué. Él sólo gasta su dinero en su virtuoso hermano creyente. Él no es generoso con los renegados, como un medio para protegerse de ellos, o para ganarse el favor de los que están en el poder. Ésas son personas que se aprovechan de los generosos; y de hecho se los ve comiendo en sus mesas, aunque interiormente se ríen de ellos. 

El verdadero musulmán es generoso, pero sólo cuando es apropiado serlo. La generosidad es una característica islámica básica que eleva a quien la posee y lo hace ser amado por la gente. Esta virtud estaba profundamente arraigada en los Saĥâbah (y), y era una de las acciones más estimadas por ellos. Esto se ve en la declaración de ‘Ali (R): 

‘Tener un pequeño grupo de mis hermanos comiendo conmigo es más preferible para mí que ir al mercado y comprar un esclavo para liberarlo’.[2] 

Este tipo de reunión amistosa para compartir la comida fortalece el amor entre los hermanos y fortalece el espíritu de afecto entre los amigos. Esto es algo que se ha estado perdiendo con el sistema de vida moderno y materialista que hace que las personas se preocupen por ellas mismas y por sus propios intereses, y sufren la ausencia de un vacío espiritual y emocional. El resultado es que se ven privados de disfrutar de la verdadera amistad junto a sinceros amigos. Estas personas se consagran a querer a sus perros, cambiando el calor humano por sus mascotas, siguiendo así el modo de vida materialista que han tomado como religión para todos los aspectos de sus vidas. Un informe francés cuenta que hay siete millones de perros en Francia, un país cuya población es de cincuenta y dos millones. Estos perros viven con sus dueños como si fueran parte de la familia. Habiendo restaurantes que son frecuentados por las personas y sus perros donde los hacen sentar en la mesa y comer junto a ellos. Cuando un secretario de la sociedad protectora de animales de París fue preguntado por qué el francés trata a su perro como a un ser humano, contestó: Porque ellos necesitan a alguien para amar, pero no pueden encontrar a una persona con ese fin.[3] 

El hombre materialista, ya sea de Oriente u Occidente, ya no puede encontrar a un verdadero y sincero amigo en su propia sociedad, a quien dar su amor y afecto. Entonces se vuelve a los animales, encontrando en ellos más amistad y fidelidad que en las personas. ¿Puede el hombre verse emocionalmente más degradado con este amor extremo por los animales cuando ha perdido la bendición de la fe y de la guía? 

Esta degeneración emocional que está padeciendo Occidente y que ha secado los sentimientos humanos de las almas, es una de las primeras cosas que le llamó la atención a los escritores árabes que emigraron, tanto a los musulmanes como a los no musulmanes. Ellos notaron que el estilo de vida materialista que ha prevalecido en las sociedades occidentales ha convertido a los hombres en máquinas que no saben hacer otra cosa que trabajar, producir y competir ferozmente, y que no saben lo que es sonreírle amigablemente a un semejante. Ellos se ven agobiados por la prisa y viven como si fueran máquinas. Todo esto alarmó a los escritores árabes que habían crecido en el mundo islámico y habían respirado su espíritu de tolerancia, donde los corazones estaban llenos del amor fraternal. Entonces empezaron a invitar a los occidentales hacia los valores del amor y la hermandad. Uno de ellos se llamaba Nasîb ‘Arîdah dijo: 

‘¡Oh, mi amigo! ¡Oh, mi compañero! ¡Oh, mi colega! Mi amor por ti no es por  curiosidad, y no es una imposición. Contéstame con las siguientes palabras: ¡Oh, mi hermano! ¡Oh, mi amigo! Y repítelas, por que éstas son las más dulces palabras. Si deseas caminar solo, o si te aburres de mí, entonces prosigue, pero oirás mi voz llamándote: ¡Oh, mi hermano! y llevando el mensaje. Y el eco de mi amor te localizará dondequiera que estés, y así podrás entender su belleza y su gloria’. 

La carga de la vida materialista en Occidente fue demasiado pesada para Iûsuf As‘ad Gânim, y no pudo resistir esa vida que estaba llena de problemas y penetraba el océano del materialismo, y estaba desprovisto del aire fresco de la espiritualidad, hermandad y afecto. Así que empezó a anhelar los países árabes del mundo islámico, las tierras de los Profetas, la espiritualidad, el amor, la hermandad y la pureza. Él deseó vivir en una tienda árabe, y dejar atrás el mundo civilizado con todos sus ruidos y luces brillantes: 

‘Si yo viviera una vida corta en cualquier tierra árabe, yo le agradecería a Allah esa vida corta pero rica, en un mundo donde Él es amado en los corazones de sus habitantes. Yo me cansé tanto de Occidente que el mismo cansancio se aburrió de mí. Tomad sus automóviles y aviones, y dadme un camello y un caballo. Quedaos con todo lo que hay en Occidente, sus tierras, sus mares y su cielo, y a mí sólo dadme una tienda árabe, que ya la instalaré en las montañas de mi patria: el Líbano, o en las costas de Barada o en las orillas del Tigris y del Éufrates, en los suburbios de ‘Ammân, o en los desiertos de Arabia Saudita, o en las regiones desconocidas del Yemen, o en las cuestas de las pirámides, o en los oasis de Libia. Dadme sólo una tienda árabe, y yo seré un ganador...’ 

Muchos escritos de los autores árabes que emigraron comparten el mismo tono, pero es suficiente citar un par de ejemplos aquí. Todas sus escrituras expresan el anhelo de los emigrantes por la riqueza emocional que ellos extrañan cuando viven en Occidente, una experiencia que despertó en ellos los sentimientos de anhelar el Este, donde el Islam ha extendido el amor, la hermandad, el afecto mutuo y la solidaridad. 

El Islam anima a sus seguidores a encontrarse con sus hermanos y competir en la generosidad, para fortalecer los lazos de hermandad entre ellos, porque la generosidad entre los hermanos es una característica básica que se requiere del musulmán. El Islam determinó que aceptar la invitación de un hermano musulmán sea un deber. Los Saĥâbah (y) aceptaban las invitaciones de sus hermanos, porque vieron que esto era un derecho de sus hermanos y un deber para ellos, y consideraban que si no lo hacían cometían un pecado. Esto se ve claramente en el Ĥadîz narrado por Al Bujâri en Al Adab Al Mufrad de Ziâd Ibn An‘am Al Ifrîqi, quien dijo: 

Nosotros estábamos emprendiendo una campaña por el mar durante el califato de Mu‘âuiah (R), y nuestro barco pasó junto al de Abû Aiiûb Al Ansâri (R). Cuando llegó la hora del almuerzo, enviamos por él y vino a nosotros y nos dijo: Vosotros me habéis llamado cuando me encontraba ayunando, pero no tuve otra alternativa que aceptar vuestra invitación porque oí al Profeta (B y P) decir: "El musulmán tiene seis deberes hacia su hermano: Saludarlo con el Salâm cuando se lo encuentra, aceptar su invitación, pedir bendiciones por él cuando estornuda[4], visitarlo cuando está enfermo, asistir a su entierro cuando muere, y aconsejarlo bien cuando se lo pide". 

De hecho, los Saĥâbah consideraban que negarse a la invitación de su hermano musulmán sin ninguna razón era un pecado contra Allah y Su Mensajero. El Profeta (B y P) dijo: 

"La peor comida es aquella a la que asisten quienes no han sido invitados y quienes realmente han sido invitados a ella rechazan la invitación. Quien rechaza una invitación desobedece a Allah y a Su Mensajero".[5] 

La hermandad en la fe no es una frase que se grita. Es un vínculo sagrado que tiene sus propios compromisos, deberes y derechos. El que de verdad cree en Allah y el Último Día, y sigue las enseñanzas del Islam, sabe esto y hace lo mejor que puede para cumplir con los deberes del Islam. Nosotros vemos las consecuencias de la fe y de la devoción al deber islámico en las acciones de los Ansâr, que fueron un elevado ejemplo de amor y generosidad hacia sus hermanos Muhâyirîn que habían emigrado por la causa de su religión y habían llegado a Al Madînah sin poseer nada. Los Ansâr les ofrecieron todo, a tal magnitud que uno de ellos le dijo a su hermano Muhâyir: Ésta es mi riqueza, toma la mitad de ella. Y éstas son mis dos esposas, dime cual te agrada más, entonces yo me divorciaré de ella y será tu esposa después de que haya completado el ‘Iddah. Pero su hermano Muhâyir le respondió con bondad y afecto algo mejor. Él le dijo: ¡Qué Allah bendiga tu riqueza y a tus esposas! No tengo ninguna necesidad de ellas. Simplemente muéstrame donde está el mercado para que yo pueda trabajar. 

Un Ansâri invitó a su hermano Muhâyir cuando sólo la comida que tenía en su casa alcanzaba para sus hijos, pero él prefirió a su hermano sobre él mismo y su familia. Entonces le dijo a su esposa: Lleva a nuestros hijos a dormir y apaga la lámpara para que nuestro invitado no se de cuenta que nosotros no comemos. Luego se sentaron a la mesa, y el invitado comió solo, mientras que la pareja se quedó hambrienta toda la noche. A la mañana siguiente, el Ansâri se presentó ante el Profeta (B y P) y le dijo lo que había pasado. El Profeta (B y P) dijo: "Allah está complacido con lo que has hecho por tu huésped anoche".[6] 

La actitud generosa de los Ansâr hacia sus hermanos Muhâyirîn, y sus buenos deseos para apoyarlos con su riqueza, alcanzaron tal magnitud que le dijeron al Profeta (B y P): Divide nuestros dátiles entre nosotros y nuestros hermanos, y él dijo: "No". Entonces  le dijeron a sus hermanos Muhâyirîn: Ayudadnos con las palmeras, y compartiremos la cosecha con vosotros. Los Muhâyirîn dijeron: Escuchamos y obedecemos.[7] 

Los Muhâyirîn apreciaron muchísimo todo lo que sus hermanos Ansâr hicieron por ellos, y le dijeron al Profeta (B y P): ¡Oh, Mensajero de Allah! Nunca hemos visto algo así. Las personas a quienes nosotros hemos venido, si tienen un poco quieren ayudarnos, y si tienen mucho son muy generosos. Ellos nos han apoyado y han compartido sus riquezas con nosotros, a tal punto que tememos que ellos reciban toda la recompensa de Allah. El Profeta (B y P) les dijo: "No, mientras que vosotros los elogiéis y roguéis a Allah por ellos".[8] 

Era suficiente para los Ansâr que Allah los haya elogiado por sus buenas acciones. Él reveló un versículo del Corán que se recitará por siempre, y la historia de su desinterés será recordada, y serviría como un ejemplo de como las personas pueden romper con la codicia egoísta: 

{Quienes estaban establecidos en Al Madînah y aceptaron la fe antes de su llegada, aman a los que emigraron a ellos, no sienten envidia alguna en sus corazones por lo que se les ha dado [del botín] y les prefieren a sí mismos aunque estén en extrema necesidad. Quienes hayan sido preservados de la avaricia serán los triunfadores.} [59:9] 

Siempre que las personas son llamadas para hacer sacrificios y ser generosos, esta descripción de los Ansâr que se encuentra en el Corán quedará para siempre como un faro de guía y un ejemplo brillante de humanidad exenta de mezquindad. 

Los Ansâr entendieron el significado de la hermandad en la fe cuando el Profeta (B y P) estableció los lazos de hermandad entre ellos y los Muhâyirîn. Ellos eran verdaderos creyentes que deseaban para sus hermanos lo que deseaban para ellos mismos, como lo habían aprendido del Profeta (B y P). Ellos no retuvieron nada de sus riquezas mundanas y se las ofrecieron de buen grado. Al principio de la Hiyrah, hicieron de sus hermanos Muhâyirîn sus herederos, excluyendo a sus propios parientes, cumpliendo los deberes de hermandad que el Profeta (B y P) les había enseñado. Esto se encuentra en el informe narrado por Al Bujâri de Ibn ‘Abbâs, que dijo: 

Cuando los Muhâyirîn llegaron a Al Madînah, un Muhâyir heredaba de un Ansâr excluyendo a sus propios parientes. Cuando fue revelado el versículo: {Y sabed que Allah ha prescrito en Su Libro que vuestros parientes tienen más derecho a la herencia que vuestros hermanos en la fe...} [8:75], esta forma de herencia fue abrogada, pero los deberes de apoyo, ayuda, solidaridad, desinterés y beneficencia permanecieron.


[1] Transmitido por Abû Daûd y At Tirmidhi con un Isnâd Ĥasan
[2] Transmitido por Al Bujâri en Al Adab Al Mufrad
[3] Extracto del reportaje realizado al Profesor Uaĥîd Ad Dîn Jân bajo el título: Uyûb tatbîq ash sharî‘ah al islâmiiah fi kulli zamân ua makân ‘La necesidad de aplicar la Sharî‘ah islámica en toda época y lugar’ en la revista Al Muytama‘, N° 325, Kuwait, 24 Dhû Al Qa‘dah 1396/16 de noviembre de 1976.
[4] Cuando un hermano estornuda y dice: ‘Al ĥamdu lillah’ debemos decirle: ‘Iarĥamuka Allah’ (¡Qué Allah tenga misericordia de ti!). [El traductor]
[5] Transmitido por Muslim
[6] Transmitido por Al Bujâri y Muslim
[7] Transmitido por Al Bujâri
[8] Transmitido por Al Bujâri en Al Adab Al Mufrad, por Aĥmad, Abû Daûd, At Tirmidhi y An Nasâ'i. Su Isnâd es Saĥîĥ
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