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La Verdadera Musulmana Se Preocupa Por Los Asuntos De Los Musulmanes

La musulmana que verdaderamente comprende las enseñanzas del Islâm no sólo se preocupa de su hogar, su marido, y sus niños sino que también presta atención a los asuntos de los musulmanes en general. Al hacer esto, sigue la guía del Islâm que considera a todos los musulmanes como una sola hermandad y los compara, debido a su mutuo amor, afecto, y compasión a un sólo cuerpo: si una parte de éste sufre, el resto del cuerpo permanecerá despierto con dolor.[1] El Islâm también compara a los creyentes con una estructura sólida, en la cual, unos ladrillos sostienen a los otros.[2]

   La preocupación de la mujer musulmana por los musulmanes, las familias, las sociedades y la Ummah como un todo, surge de su carácter islámico, su adherencia a las enseñanzas del Islâm, su visión del mundo islámico, y el sentido de responsabilidad que el Islâm ha colocado en todo musulmán, sea hombre o mujer, para transmitir y exponer sus enseñanzas.

    La historia del Islâm está repleta de numerosos ejemplos de mujeres virtuosas que fueron célebres en su preocupación por los musulmanes. Un ejemplo de ello, es el relato brindado por el Imâm Muslim proveniente de Salîm, el esclavo liberto de Shaddâd, quien dijo:

Fui a la casa de 'Âishah, la esposa del Profeta , el día que murió Sa´d ibn Abî Waqqâs. 'Abdul Rahmâm ibn Abî Bakr también entró y realizó el udû' en presencia de 'Âishah. Entonces ella dijo: “'¡Oh, Abdul Rahmân! Haz adecuadamente tu udû', ya que ciertamente escuché decir al Mensajero de Allâh : ‘Cuidad vuestros talones del Fuego del Infierno’”.[3]

'Âishah advirtió que su hermano 'Abdul Rahmân no se había lavado los talones adecuadamente en el udû', por eso no se mantuvo en silencio. Por el contrario, ella le hizo recordar que era esencial efectuar el udû' apropiadamente, tal como lo  había oído mencionar al Profeta . Éste es un ejemplo de la clase de preocupación recomendable que constituye un deber de todo musulmán cuando exista una necesidad de prescribir el bien o prohibir el mal.

Cuando 'Umar ibn al Jattâb  fue apuñalado y sintió que su muerte estaba próxima, le dijo a su hijo 'Abdullâh: “Ve donde está 'Âishah, envíale mis salâm, y pídele permiso para que sea enterrado en su casa junto al Mensajero de Allâh , y Abû Bakr”. De este modo, 'Abdullâh fue hacia donde estaba ella y le transmitió este mensaje. Luego ella le dijo: "Hijo mío, transmítele mis salâm a 'Umar, y dile: ‘No dejes a la Ummah de Muhammad sin un protector. Nombra un sucesor para cuidarlos. No los dejes desamparados después de tu muerte, pues temo la fitnah entre ellos’".[4]

   Ésta fue una actitud de sentido común y visión de largo alcance en cuanto a la preocupación por la Ummah ya que no debía quedarse sin un líder que gobernara sus asuntos, y mantuviera su seguridad y unidad.

   La musulmana de hoy en día, tiene un ejemplo de primera calidad en estas palabras de 'Âishah, que Allâh esté complacido con ella, que la ayudarán a comprender la esencia del Islâm, su responsabilidad para con su religión, y su Ummah, y la importancia de estar interesada en los asuntos de los musulmanes. Esto le otorgará una comprensión y una capacidad de discernimiento que le permitirán hacerse cargo de sus obligaciones para contribuir al restablecimiento del Islâm y la invitación a los hombres y mujeres musulmanes para volver a la posición de ser El Mejor de los Pueblos desarrollados de la humanidad, como Allâh quiere que sean.


[1]  Sahîh Muslim, 16/140, Kitâb al birr wa'l silah wa'l adâb, bâb tarahum al mu'minîn wa' ta'atufihim.
[2]  Sahîh Muslim, 16/139, Kitâb al birr wa'l silah wa'l adâb, bâb tarahum al mu'minîn wa ta'atufihim.
[3]  Sahîh Muslim, 3/128, Kitâb al tahârah, bâb wujûb gusl al rijlayn.
[4]  Tabaqât ibn Sa'd, 3/363.
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